domingo, 6 de marzo de 2011

Interesantes, pero falsas leyendas sobre Beethoven y su Claro de Luna...

Muchas veces es impresionante como nos dejamos llevar por la música, como una composición puede transportarnos a otro lugar mágico gracias a su melodía. De hecho las grandes piezas clásicas musicales llevan siglos haciéndolo... Al escucharlas las hacemos nuestras, son traducciones musicales de nuestras propias experiencias evocándonos recuerdos, sensaciones y emociones.

Las grandes composiciones, como en este caso Claro de Luna -Sonata para piano n.º 14 compuesta en 1801- de Beethoven están rodeadas de muchas leyendas, misticismo e historias en su creación y composición que, con el paso de los años, han sido aderezadas para aumentar posiblemente aun más esa aura mágica que rodeó su concepción.

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Una primera leyenda sobre el nacimiento de esta inmortal obra nos cuenta que recién había comenzado el siglo XIX y Europa estaba abatida por las Guerras Napoleónicas las cuales habían afectado severamente en la salud del principe de Alemanía hasta el punto de causarle la muerte. La muerte de este príncipe había abatido psicologicamente a Beethoven pues perdía uno de sus mentores más queridos y su modelo paterno (su padre sufría depresión junto con una dependencia al alcohol y la muerte de su madre  por culpa de la tuberculosis a temprana edad le dejó sin un ambiente afable y familiar). Para más inri, notaba como sus síntomas de sordera comenzaban a agudizarse, perturbándole y modificando su conducta haciendo de él una persona nerviosa e irritable.

Por ello terminó aislándose de las demás personas ganándose así la fama de misántropo y cayó en una depresión. Cuando creía que ya no tenía más fuerzas para vivir -escribiendo incluso un testamento con nota de suicidio- conoció a una joven chica ciega que vivía en la misma modesta pensión donde Beethoven se hospedaba en ese momento. Tras intercambiar unas palabras con la joven unas palabras en su conversación con ella llegaron hasta lo mas hondo de su alma 'Yo daría todo por ver y experimentar una noche de Luna como tu puedes y mi ceguera no me lo permite'. En las siguientes noches, de Luna llena, estas sencillas palabras hicieron reflexionar a Beethoven dejando a un lado sus pocas ganas de vivir mientras observaba el cielo plateado recordando a la joven. Tomó entonces la decisión de plasmar -hasta el punto de obsesionarse- y traducir la belleza de una bonita noche de luna en una canción. Una canción que imita los lentos pasos de las personas llevando un cajón mortuorio del principe alemán preguntándose el porque de la muerte de un mecenas tan querido donde las tres notas que se repiten insistentemente en el tema principal movimiento de la Sonata (según se especula) son las sílabas de la palabra "Porqué" en alemán. De esta forma, usando su sensibilidad, Beethoven retrató, a través de la melodía, la belleza de una noche bañada por la claridad de la luna para alguien que no podía verla.

Una segunda leyenda establece que 'Claro de Luna' es una canción dedicada a Constantina Giulietta Guicciardi. Transcurría el año 1801 y Beethoven se dedicaba a dar clases de Piano. De esta forma conoció a Constantina y terminó enamorándose profundamente de ella; pero existía una gran inconveniencia: les separaba 15 años de diferencia en su edad. Guardándose su enamoramiento en silencio no pudo evitar una gran decepción al enterarse del noviazgo y próxima boda de Constantina con otra persona. Con el corazón destrozado y con la sordera empezando a robarle su audición decidió confirnarse y hacer lo que mas le gustaba: componer. En su pensión y a oscuras, lo único que alumbraba la habitación era la luna que ingresaba por la ventana incidiendo directamente al piano. Por eso, le puso el nombre de 'Sonata al Claro de Luna', dedicada a Constantina Giulietta Guicciardi.

Son interesantes leyendas, pero falsas. Beethoven nunca le dio ese nombre a su obra: el nombre es "Sonata Quasi una Fantasia". La bautizaron "Claro de Luna" después de que un crítico llamado Ludwig Rellstab lo comparó con un claro de luna que vio en el lago Lucerne cuando Beethoven ya había muerto. Así pues ambas leyendas de la joven ciega y su joven pupila no pueden ser ciertas.

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