Se cuenta que al principio de los tiempos el agua del mar era dulce como la de los ríos teniendo los hombres que viajar muchos kilómetros en busca de comida, pues no les tenía buen sabor la que tenían a su alcance. Por ello buscaban nuevos manjares o condimentos que hiciesen más apetitosos sus platos.
Uno de estos hombre llegó en cierta ocasión con su barco, del que era capitán, a una isla rodeada por lo que parecían toneladas y toneladas de extraña y desconocida arena blanca. Descubrió que esta misteriosa arena tenía increibles propiedades pues era buena para conservar las carnes y para mejorar su sabor. Entonces decidió llamar "sal" a su hallazgo el cual decidió llevar a dar a conocer por todo el mundo, vendiéndola en cada lugar por el que pasaba.
En uno de estas viajes llegó a Galicia y allí conoció a Olaia, una hermosa mujer hija de un viejo pescador. Se enamoró de ella y se casaron. Pero ocurrió que, mientras el capitán atravesaba los mares con cargamentos de sal, un poderoso señor, que vivía en un castillo cerca del puerto, intentó seducir la hermosa mujer con todo tipo de regalos y palabras amables. Como Olaia permanecería fiel a su hombre, el señor la raptó y la encerró en su castillo.
Cuando volvió, el marino no pudo hacer nada para liberar su mujer, y presa de su tristeza y angustia continuó con sus viajes hasta hacerse rico con la inteción de formar un ejército para atacar el castillo y recuperar a Olaia. Pero cuando llegó a Galician nuevamente la encontró en la casa del padre de ella.
Olaia le contó que fuera el mar quien derribara los muros del castillo, llevándose el señor al fondo y poniéndola a ella en libertad. El capitán, agradecido, le regaló al mar la isla de arena blanca para que mejorase el sabor de sus aguas. Desde entonces el agua del mar es salada.
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