En el corazón de Galicia, entre los verdes paisajes que combinan la magia de la naturaleza con la riqueza de la historia, se encuentra
Ponteceso, un lugar que alberga uno de los misterios más intrigantes de España. Allí se encuentra la casa natal de
Eduardo Pondal, un poeta nacionalista gallego que escribió la letra del himno de Galicia, y también “A Casa do Demo”, una casa que fue el escenario del primer caso documentado de poltergeist en España, con sucesos paranormales que fueron corroborados tanto por la iglesia como por diferentes medios de comunicación.
Esta casa, situada en una pequeña aldea con el nombre de
San Fiz de Anllóns, fue testigo de un misterio que resonaría a través de los siglos. En 1899 la casa de Juliana Rodríguez se convirtió en el escenario de un drama sobrenatural que desafiaría toda lógica y explicación. Cada mañana, Juliana despertaba encontrándose los muebles movidos misteriosamente, huevos inexplicablemente vacíos, brasas de la lumbre revueltas sin causa, y a mayores, de vez en cuando ecos perdidos de ruidos siniestros que rompían el silencio de la aldea. La situación se volvió aún más aterradora cuando los fenómenos se intensificaron: lluvia de piedras, arañazos y golpes de entidades invisibles, y ataques a su cabello. Tanto Juliana como su nieta, María Cundíns, se encontraron atrapadas en un torbellino de terror paranormal.
En su desesperación Juliana buscó ayuda en la figura del párroco Juan Antonio Combarro; pero en vez de ser sincera decidió disfrazar sutilmente su petición de ayuda como un deseo de conmemorar el aniversario de la muerte de su marido. Esta elección, lejos de ser un simple engaño, era un reflejo de la cautela y el miedo que envolvía su vida cotidiana, temerosa de ser ridiculizada o no tomada en serio.
La intervención del párroco, aunque inicialmente modesta, sería el catalizador que transformaría el misterio de Juliana en un asunto de interés eclesiástico. Con el paso de los días, la casa se terminaría convirtiéndose en el foco de una investigación eclesiástica. El arzobispo de Santiago,
José María Martín de Herrera, alertado por los informes del párroco, envió una comisión para interrogar a testigos. Estos interrogatorios revelaron detalles aún más inquietantes: Juliana y María, zarandeadas y arrastradas por fuerzas invisibles, recibían bofetadas que dejaban marcas en sus rostros. La profundidad de estos sucesos no solo confirmó las peores sospechas del párroco, sino que también atrajo la atención de la jerarquía eclesiástica más alta.
En el corazón de un ambiente cargado de inquietud y misterios sin resolver, surgió una figura inesperada que añadiría una capa crucial a la compleja historia de “A Casa do Demo”: Severiano Mesías, el farmacéutico de Ponteceso. Inicialmente escéptico ante los rumores que circulaban, su curiosidad fue avivada por una recomendación del juez municipal de la época, el señor Mosquera, quien insistía en la veracidad de los relatos. Mesías, movido por una mezcla de escepticismo científico y la persuasiva certeza del juez, decidió investigar por sí mismo. Lo que presenció en la casa de Juliana alteraría fundamentalmente su percepción de los hechos. Al observar directamente el movimiento inexplicable de piedras y patatas desafiando la gravedad y la lógica dentro de la casa, su testimonio adquirió una dimensión extraordinaria. Mesías, con su formación científica y su enfoque pragmático, proporcionó una perspectiva objetiva y basada en la evidencia, otorgando una legitimidad científica a los fenómenos que hasta entonces habían sido relegados al ámbito de lo sobrenatural. Esta observación imparcial y fundamentada de Mesías inyectó un peso significativo en la narrativa de los eventos en “A Casa do Demo”, reforzando la creencia de que algo profundamente anormal y desconocido estaba sucediendo en la casa de Juliana, más allá del alcance de la explicación convencional.
Incluso en las esferas eclesiásticas más altas, hubo inicialmente un escepticismo palpable ante la idea de que los sucesos en la casa de Juliana fueran obra de fuerzas malignas. El arzobispado, tradicionalmente cauteloso en atribuir eventos a causas sobrenaturales, enfrentó un dilema ante las crecientes evidencias y testimonios. Tras una consideración cuidadosa y profunda de los hechos reportados, el arzobispado llegó a una conclusión ineludible: algo extraordinario y posiblemente sobrenatural estaba ocurriendo en “A Casa do Demo”.
Con esta aceptación, el arzobispado otorgó al párroco Juan Antonio Combarro una autorización sin precedentes. Le facultaron para emplear exorcismos y todos los rituales y remedios que la Iglesia disponía en su arsenal espiritual para combatir y expulsar la entidad que parecía haber tomado residencia en la casa de Juliana. Este acto no solo era un reconocimiento de la gravedad de la situación, sino también un testimonio del poder y la influencia de la Iglesia en asuntos de lo desconocido.
La decisión del arzobispado de intervenir directamente en el caso marcó un punto de inflexión, representando un paso hacia lo desconocido, donde la fe, el misterio y la lucha contra fuerzas invisibles se entrelazaban en un intento por restaurar la paz y la normalidad en la vida de Juliana y su nieta María.
La intervención de la Iglesia, sin embargo, fue infructuosa y las mujeres abandonaron la casa, que quedó vacía durante 100 años, hasta que un joven
la restauró para convertirla en una casa de turismo rural. Hoy, la casa se erige tranquila, sin rastro de las fuerzas oscuras que una vez la acosaron. De hecho, para aquellas personas interesadas, se puede reservar una noche en ella mediante diferentes portales como
Airbnb o
Rentalia (entre seguramente otros portales similares) por un precio de unos 150€ la noche en el momento de redactar esta entrada.
Pero… ¿Por qué podría haber sucedido esto? Una teoría sugería que el difunto marido de Juliana, vinculado a una sociedad espiritista en América, podría haber desencadenado estos sucesos en un intento de ponerse en contacto con su familia; pero como te imaginarás, nunca se llegó a conocer el motivo.
La casa de Juliana, inmersa en este torbellino de acontecimientos paranormales, no tardó en ser conocida con un nombre que reflejaba el misterio y el temor que suscitaba: “A Casa do Demo”, la Casa del Diablo. Este sobrenombre, acuñado por los lugareños, encapsulaba las supersticiones y el asombro que rodeaban a la vivienda y sus extraños sucesos.
A medida que se documentaban y difundían los eventos en la casa de Juliana, su historia se convirtió en un fenómeno que capturó la atención y la imaginación de toda España. Esta serie de acontecimientos paranormales, marcados por su intensidad y su naturaleza inexplicable, estableció el caso de “A Casa do Demo” como un precedente único en la historia del país: la primera vez que se documentó de forma oficial un caso de poltergeist.
Para muchos, los sucesos que se narran aquí nos invitan a explorar lo desconocido y a cuestionar los límites de nuestro entendimiento; mientras que otras personas pueden ver estos eventos como meras historias y, para otros, representan una ventana a un mundo que desafía nuestra percepción de la realidad.