La música, una forma de arte que trasciende fronteras y culturas, está compuesta por elementos fundamentales: las notas musicales. Estas denominaciones, Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, son conocidas mundialmente. Pero, ¿te has preguntado alguna vez cuál es la historia detrás de estas simples sílabas?
¿Sabías que cada vez que cantas un "Do, Re, Mi" estás haciendo eco de una tradición que se remonta a la antigua Grecia y a los monjes medievales? Todo comenzó en la antigua Grecia, donde Pitágoras descubrió que los tonos musicales podían representarse mediante proporciones matemáticas, estableciendo una escala musical basada en la relación entre las longitudes de las cuerdas de un instrumento. Pero fueron los monjes medievales quienes, conscientes de la importancia de preservar y transmitir la música litúrgica, desarrollaron un sistema de notación usando neumas para representar intervalos y melodías.Guido d’Arezzo, un monje benedictino italiano del siglo XI, se convirtió en un verdadero revolucionario en el mundo de la música. Su contribución trascendental no solo incluyó la introducción del pentagrama, sino que también innovó al asociar las notas musicales con las primeras sílabas de un himno dedicado a San Juan Bautista. Este enlace magistral dio origen al sistema de solfeo que seguimos utilizando hoy en día (do, re, mi, fa, sol, la, si). D'Arezzo, con su extraordinaria habilidad para simplificar lo complejo, no solo incrementó la precisión en la notación musical, sino que también facilitó de manera significativa la enseñanza y la interpretación de la música. Con su genialidad, transformó la complejidad inherente de la música medieval en un sistema que podía ser fácilmente comprendido y enseñado, estableciendo así los cimientos de la música escrita como la conocemos en la actualidad. Este avance revolucionario permitió a los músicos de su época y a las generaciones futuras visualizar y comprender la música de una manera completamente nueva y clara. Antes de su intervención la transmisión y el aprendizaje de la música dependían en gran medida de la tradición oral. Aunque este método tenía su valor, era propenso a variaciones y a la pérdida de información a lo largo del tiempo. La metodología innovadora de d'Arezzo proporcionó un enfoque estandarizado y coherente para la preservación de la música, asegurando así su transmisión precisa y su perpetuidad a través de los siglos, marcando un antes y un después en la historia de la música occidental.Este himno dedicado a San Juan Bautista tenía el siguiente texto en latín:
Ut queant laxisRe sonare fibrisMira gestorumFamuli tuorumSolve pollutiLabii reatuSancte Iohannes
Traducido, significa algo así como: “Para que tus siervos puedan alabar con toda su fuerza las maravillas de tus actos, perdona la culpa de nuestros labios impuros”. D’Arezzo tomó la primera sílaba de cada línea del himno para nombrar las notas: Ut, Re, Mi, Fa, Sol, La. Este sistema se conoce como solmisación, y se basa en asignar una sílaba a cada grado de la escala musical.
Más tarde, en el siglo XVII, se ultimaría los últimos cambios que nos han acompañado hasta el día de hoy. Por un lado Johann Sebastian Bach desarrolló el sistema de afinación igual, que establece una relación matemática precisa entre las diferentes notas musicales, un paso crucial para el desarrollo de la música tonal; Giovanni Battista Doni sugirió la evolución del "Ut" a "Do" y la inclusión de "Si", derivada de "Sancte Iohannes". Todos estos cambios y evoluciones completaron el sistema de siete notas que conocemos hoy.
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