viernes, 24 de mayo de 2024

En la caza de consolas retro, a veces toca jugársela

Como aficionado al retro suelo visitar tiendas especializadas de vez en cuando porque siempre puede aparecer algo interesante que descubrir. En estos últimos meses estaba en la cacería de una Wii U, una antigua consola de Nintendo lanzada en 2012. A pesar de ser la sucesora de la muy exitosa Wii, la Wii U no logró captar el interés del mercado de manera significativa, lo cual la llevó a ser considerada un fracaso comercial. Por el escaso apoyo de las thirds y una estrategia de marketing que no logró comunicar efectivamente las innovaciones del sistema, la consola no alcanzó las expectativas de ventas, quedando atrás frente a sus competidores de la generación. Sin embargo personalmente creo que esta consola posee un encanto particular y ahora que fue completamente descontinuada por Nintendo tras el cierre de su online (junto con 3DS) me hacía ilusión añadir una extra a mi colección, pero ésta para cacharrear. 

Desde hace tiempo había estado mirando precios en aplicaciones y portales de compraventa, pero lo que encontraba estaba bastante caro para lo que ofrecían; por ejemplo en esta zona sin caja y bastante trillada no bajaba de los 120€. Incluso en las tiendas de segunda mano, donde ofrecen garantía postventa, los precios no descendían de 100€ en condiciones aceptables (que rara vez eran buenas), y no estaba dispuesto a pagar tanto por esta consola.

Curiosamente la última vez que fui a una de estas tiendas especializadas de las que empezaba hablando al inicio de esta entrada, vi a un padre intentando vender una Wii U de su hijo sin mucho éxito. No quisieron comprársela porque no tenía la batería cargada por lo que no podrían probarla para comprobar su estado y le invitaron que volviera otro día con la consola cargada donde, como mucho, le ofrecerían unos 53€. ¿Sería muy descarado por mi lado si le hacía una oferta a él directamente? 

Salí de la tienda casi a la par que el y después de seguirlo unos pasos llamé su atención y me animé a hacerle una oferta. Encima llevaba 50€ y eso fue lo que le ofrecí. Al principio lo rechazó diciendo que en la tienda le habían dicho 55€ (pillín, el precio lo infló un poquito), pero la vista del dinero en efectivo pareció tentarlo y finalmente aceptó. Por costumbre, y siguiendo el protocolo habitual en mis reuniones de trabajo, cerré el trato con un apretón de manos, aunque noté que al hombre esto le pareció un poco extraño.

Me entregó la consola tal como la había llevado a la tienda; dentro de una vieja bolsa de El Corte Inglés que había vivido mejores días (ni asas tenía y con varios agujeros); con la consola, el gamepad, los cables enredados, una funda suelta de un aparato desconocido, bolsas de plástico zip vacías y un cargador portátil para mandos de una consola anterior de Nintendo como sorpresa adicional. La consola en su parte exterior estaba algo rayada, lo cual es común en estos modelos con un plástico que no es mate, pero mi principal preocupación era el gamepad y su pantalla, que afortunadamente estaba en perfectas condiciones.

Era la primera vez que compraba una consola en un estado que no era impecable, pero por ese precio tampoco podía quejarme mucho aunque, eso sí, me arriesgué un poco porque ni siquiera sabía si funcionaría. Como detalle curioso, la Wii U tiene fama de tener problemas con la memoria si no se usa durante mucho tiempo y recordé esto justo cuando iba de camino a casa, dándome cabezos contra el volante del coche por el posible marrón que me podría comer.

Al llegar a casa lo primero que hice fue enchufarla. ¡Y funcionó! Pero entonces surgió un problema: la consola tenía una contraseña de usuario y un PIN parental lo que me impedía incluso resetearla. Inconvenientes de una compra impulsiva en la calle... Si la comprase en un portal de segunda mano podría tener igual la forma de ponerme en contacto con la persona, pero en este caso eso no era viable. Lo único que tenía era un nombre de usuario de una consola extinta de Nintendo que no me llevó a ninguna parte por lo que hice lo único que se podía hacer en un primer impulso: intentar adivinar el PIN por fuerza bruta. Primero fue probando desde las contraseñas de cuatro dígitos más comunes, pasando luego hasta combinaciones inusuales como fechas y patrones en el teclado. Como nada funcionaba decidí entonces ir de número en número por lo que empecé nuevamente en el 0000 y fui probando uno a uno... Pero después de más de 1000 intentos (exactamente 1006), estaba harto.

Entonces, ¿Opciones para recuperar esta consola bloqueada? Tres.

  1. La primera es contactar con Nintendo, aunque no hay garantías de éxito, ya que mucho depende del soporte técnico y su disposición a ayudar en cada caso. En Estados Unidos, Nintendo América ofrece la posibilidad de desbloquear la consola por un costo simbólico de aproximadamente 50 centavos de dólar pero, lamentablemente, Nintendo Europa no proporciona un servicio similar al momento de escribir esta entrada.

  2. La segunda opción sería intentar cada una de las 10,000 combinaciones posibles. Este método trae consigo el riesgo constante de cometer un error al introducir los números y, por ende, pasar por alto justo la combinación correcta que desbloquearía la consola.

  3. La tercera y última opción, que es la que decidí animarme a hacer, sería involucra el uso de una Raspberry Pi Pico (aunque se podría usar cualquier otro dispositivo similar) para explotar las vulnerabilidades de la consola y así sortear el protocolo de seguridad. Aunque esta técnica requiere ciertos conocimientos técnicos, me parece que representa una alternativa viable para acceder a la consola de forma cómoda.

A lo largo de estos próximos días me animaré a realizar una entrada para ayudar a esas personas que tengan este problema de verse con una consola bloqueada por completo por contraseña y control parental, mostrando de forma detallada (y espero que comprensible) de como hacer este proceso. ¡Ya os contaré cómo acaba la historia!

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