martes, 7 de octubre de 2025

Entrada 144: Un viaje de palabras y números

No sé muy bien cómo llegó este momento, pero aquí estamos: esta será la entrada número 144 que publico en 2025. Si me paro a pensarlo, es una cifra que me sorprende, porque para ser sincero no siempre he tenido la constancia ni las ganas para escribir tanto; como se puede ver fácilmente si echamos un ojo al mes de septiembre, donde la actividad no ha sido precisamente frenética. Así que hoy quiero hacer un pequeño repaso a lo que ha sido mi actividad en este blog a lo largo de los años, porque creo que la historia que cuentan esos números es más rica e interesante de lo que uno podría imaginar.

Este 2025 está siendo, sin duda, el año más activo desde que empecé. Antes de esta entrada, ya he publicado 143 textos, una cifra que supera con creces la suma de los últimos cuatro años juntos. Si sumamos 2024 (16 entradas), 2023 (4), 2021 (28) y 2020 (5), nos da un total de 53. Y sólo en este año llevo casi tres veces esa cantidad. Una auténtica locura para alguien que, no hace tanto, encontraba complicado sacar tiempo para poner unas pocas palabras.

Pero esa irregularidad ha sido parte del viaje. Algunos años publiqué apenas unas entradas, como en 2018 (una sola) o 2015 (tres) y otros años la actividad fue una tormenta creativa: 2010 con 128 entradas, o 2006 y 2008, con más de cien cada uno. ¿Qué significa eso? Que la vida no es lineal y mi relación con el blog tampoco. Hubo épocas en las que la "inspiración" y el tiempo se alinearon para dar rienda suelta a las ideas; otras en las que las prioridades, la fatiga o la simple rutina ralentizaron el proceso.

Estos números, sin embargo, son más que estadísticas. Son las huellas de un camino personal, el reflejo de un ánimo, de un contexto social y tecnológico que también ha cambiado mucho. Cuando miro hacia atrás, veo más que fechas y cantidades: veo momentos vividos, historias compartidas, aprendizajes, errores, risas, frustraciones. Cada entrada es una pequeña cápsula del tiempo, una foto de cómo veía el mundo (y, claro está, a mí mismo) en ese instante.

Ahora, en 2025, siento que esa energía ha regresado; tal vez porque el mundo sigue necesitando espacios para reflexionar, para debatir, o simplemente para escuchar otra voz. O porque este lugar es más que un blog: es un refugio, una excusa para detenerse a pensar y para conectar con quienes aún sienten curiosidad por temas que a veces parecen perdidos en el ruido digital.

Esta entrada número 144, entonces, no es solo un número más. Es un homenaje a ese proceso imperfecto, a esa montaña rusa de emociones, compromisos y creatividad que supone mantener un proyecto personal vivo durante tantos años. Es una invitación a no rendirse, a no perder la curiosidad ni las ganas de escribir, incluso cuando el camino parezca cuesta arriba o el silencio se apodere del teclado.

Y si algo me ha enseñado este recorrido es que escribir no se trata solo de acumular posts o clicks. Se trata de constancia, sí, pero también de autenticidad. De dar espacio a las ideas cuando llegan, de saber cuándo dejar que respiren, de respetar el propio ritmo sin presionarse en exceso. Porque, al final, mi blog es eso: un reflejo honesto de un proceso que sigue en marcha.

Así que gracias por estar ahí, por leer estas líneas y por acompañarme en esta aventura. Que esta entrada sea un punto y seguido, un recordatorio de que, aunque el ritmo cambie, la pasión por contar historias y compartir pensamientos puede ser un motor poderoso.

lunes, 6 de octubre de 2025

ChatGPT en WhatsApp: lo que no te contaron

El futuro se cuela por donde menos lo esperas. Esta vez no fue una app, ni una extensión de navegador, ni siquiera una integración con un sistema operativo; fue algo mucho más básico y, por eso mismo, más poderoso: un simple número de teléfono. OpenAI ha lanzado oficialmente para todo el mundo ChatGPT para WhatsApp y lo ha hecho con una elegancia técnica que pasa desapercibida, pero que revela mucho más de lo que parece a primera vista. Detrás del número +1 (800) 242‑8478, hay un juego mnemotécnico, una estrategia de marketing tradicional y una democratización inesperada de la inteligencia artificial. Todo esto empaquetado dentro del mensajero más usado del planeta.


No es cualquier número: 1-800-CHATGPT

Pero, antes de empezar, detengámonos un segundo en el número: +1 (800) 242-8478. Aparentemente aleatorio. Pero si te fijas bien, descubrirás que cada dígito esconde una letra. En un teclado telefónico clásico, esos números se traducen exactamente en C-H-A-T-G-P-T. Es decir, estamos ante el clásico número mnemotécnico estadounidense, como los famosos 1-800-FLOWERS o 1-800-CONTACTS que tanto hemos visto en series y pelis (sobre todo de los años noventa). Aquí no se trata solo de marcar: se trata de recordar, de integrar una IA que lleva por nombre ChatGPT en la cultura del teléfono como si siempre hubiese estado ahí. Una jugada brillante que une marketing vintage con tecnología de vanguardia.


Cómo se usa: sin registros, sin cuentas, sin complicaciones

La implementación de ChatGPT en WhatsApp no requiere instalar nada, registrarte en ningún sitio ni crear una cuenta. Basta con iniciar un chat al número +1 (800) 242-8478 y comenzar a escribir. La IA responde como cualquier contacto más de tu agenda, pero con el poder del modelo GPT detrás.

Dos formas de iniciar la conversación:

  • Método 1 – Añadir a contactos:

    • Guarda el número con el nombre que quieras.

    • Accede a WhatsApp y abre el chat desde tu agenda.

  • Método 2 – Directo al grano:

    • Inicia un nuevo chat en WhatsApp.

    • Introduce directamente +1 (800) 242-8478.

    • Comienza a chatear sin guardar el contacto.

Ambos métodos funcionan igual, sin pasos extra ni verificaciones.


Capacidades: ¿qué puede hacer realmente ChatGPT por WhatsApp?

Aquí es donde las cosas se ponen interesantes. A diferencia de versiones anteriores o servicios limitados, esta integración permite más que solo texto.

✔️ Puedes enviar texto, imágenes y notas de voz.
✔️ ChatGPT puede procesar esas imágenes y darte respuestas detalladas.
✔️ Puedes reenviar mensajes complejos y obtener resúmenes, traducciones o aclaraciones.
✔️ Puedes hacer consultas, redactar textos, o pedir ayuda con ideas en tiempo real.

Eso sí: las respuestas siempre son en formato de texto. No recibirás audios ni imágenes generadas de vuelta (aunque eso ya está en pruebas para algunas regiones, como veremos más abajo).

Si llamas desde un número de EE. UU. o Canadá, puedes incluso usar el servicio por voz. Literalmente, hablas con ChatGPT por teléfono. Una voz sintética del modelo te responde en tiempo real, durante 30 minutos gratuitos al mes. Es una implementación experimental que convierte tu línea en una especie de asistente conversacional directo desde los años 80, pero alimentado por IA generativa. Fuera de estas regiones en el momento de escribir esta entada, el número solo funciona vía WhatsApp, y no ofrece todavía respuestas habladas.


¿Y las limitaciones?

Aunque potente, esta versión tiene algunas restricciones que es importante conocer:

  • Mensajes de voz: permitidos como entrada, pero no se generan respuestas de voz.

  • Imágenes: también permitidas. ChatGPT puede analizarlas y responder sobre ellas.

  • Generación de imágenes: en algunas regiones ya disponible, pero aún no global.

  • Acceso web: habilitado. ChatGPT puede acceder a información actualizada desde WhatsApp.

  • No soporta chats grupales.

  • Límite de uso en WhatsApp: regulado por capacidad; se puede ampliar vinculando tu cuenta ChatGPT.

  • Límite de llamadas: 30 minutos/mes (solo EE. UU. y Canadá).

  • Formato plano: no hay negritas, links enriquecidos ni formatos visuales.

Importante: si necesitas más funciones (como subir archivos más allá de imágenes, o usar memoria personalizada), deberás vincular tu cuenta de ChatGPT con WhatsApp. Esto también aumenta los límites de uso.


¿Qué puedes hacer con él?

Esta versión de ChatGPT por WhatsApp está pensada para ser una herramienta práctica y directa, siempre a mano. Entre los usos más comunes y útiles que se han documentado:

  • Envía imágenes para obtener análisis detallados
    Puedes enviar fotos, capturas o documentos y pedir a ChatGPT que te describa o analice el contenido, como extraer texto, identificar objetos o explicar gráficos.

  • Usa notas de voz para dictar tus preguntas
    Si prefieres hablar en vez de escribir, graba un mensaje de voz y envíalo. ChatGPT lo transcribirá y responderá por texto, ideal para consultas rápidas mientras estás en movimiento.

  • Pide resúmenes rápidos de mensajes largos
    ¿Te llega un texto kilométrico o un hilo complicado? Reenvíalo a ChatGPT y pídele un resumen breve para entender lo esencial sin esfuerzo.

  • Solicita traducciones instantáneas
    Envía textos en idiomas que no domines y recibe traducciones al instante, perfecto para conversaciones con contactos internacionales o textos técnicos.

  • Mejora tus mensajes antes de enviarlos
    Si dudas sobre cómo redactar un mensaje importante, mándalo primero a ChatGPT para que te sugiera mejoras de estilo, claridad y corrección ortográfica.

  • Pregunta por definiciones y explicaciones rápidas
    Usa ChatGPT para aclarar términos complejos o conceptos que te surjan en medio de una conversación sin tener que abrir otras apps.

  • Guarda frases o respuestas útiles para reutilizarlas
    Cuando recibas una respuesta o frase que te guste, guárdala en tu WhatsApp o notas para reutilizarla fácilmente en chats futuros.

  • Activa notificaciones específicas para el contacto ChatGPT
    Ponle un tono de notificación distinto para que sepas cuándo recibes una respuesta de la IA, así no se pierde entre mensajes normales.

  • Combina ChatGPT con otros bots y servicios en WhatsApp
    Puedes usar ChatGPT junto con otros asistentes o bots para crear flujos de trabajo útiles, como gestionar recordatorios o buscar información complementaria.

  • Mantén la privacidad usando chats temporales
    Si prefieres no guardar el contacto, simplemente inicia un chat directo con el número sin agregarlo a tu agenda, y borra el historial cuando termines para proteger tu privacidad.

En esencia, convierte cualquier chat de WhatsApp en una sesión de productividad instantánea.


Vinculación opcional con tu cuenta de ChatGPT

Si quieres ir más allá, puedes vincular tu cuenta personal de ChatGPT al número de WhatsApp. ¿Qué obtienes con esto?

  • Más minutos de uso.

  • Acceso a funciones ampliadas como personalización, memoria o instrucciones custom.

  • Conversaciones almacenadas y accesibles desde tu historial en chatgpt.com.

  • Posibilidad de enviar archivos más complejos y utilizar herramientas Pro (si tienes plan Plus o Enterprise).

Vincular tu cuenta es completamente opcional. Pero si usas ChatGPT a diario, puede valer la pena.


¿Privacidad y datos?

OpenAI indica que las conversaciones por WhatsApp pueden ser almacenadas por un tiempo limitado con fines de seguridad. Si vinculas tu cuenta, esas conversaciones pasan a formar parte de tu historial en ChatGPT. Puedes borrar tus mensajes desde tu panel de control, y también están sujetos a las políticas de privacidad tanto de OpenAI como de WhatsApp. No se permite desvincular tu número de cuenta, de momento.


Una estrategia clara: hacer que la IA sea parte de lo cotidiano

Este movimiento de OpenAI no es solo una prueba técnica. Es una declaración de intenciones. Llevar la inteligencia artificial al lugar donde la gente ya está, sin fricciones, sin apps nuevas, sin curva de aprendizaje. Y hacerlo usando recursos de marketing de toda la vida —como el número 1‑800‑CHATGPT— es una forma elegante de decir: esto no es solo para nerds, es para todo el mundo.

El número se recuerda fácil. El proceso es inmediato. Y la integración es funcional. Todo indica que esto es solo el primer paso hacia una IA que se cuela entre nuestros hábitos, no como una herramienta externa, sino como una extensión natural de nuestras conversaciones.


🔗 Ver documentación oficial de OpenAI sobre 1‑800‑ChatGPT


Quizás lo más fascinante de todo esto no sea la tecnología, sino la simbología: un número de teléfono, una línea abierta y una conversación que ya no depende de otro ser humano al otro lado. Hemos pasado de llamar a la abuela los domingos a escribirle a una inteligencia sintética en cualquier momento del día. Y lo hacemos con la misma naturalidad con la que antes preguntábamos “¿cómo estás?”.

Hay algo casi poético en que el futuro entre por el mismo canal que usamos desde hace más de un siglo para decir “hola”. Ni la app del año, ni el gadget más caro, ni el asistente en la nube: solo un número. Uno que podrías garabatear en un post-it o aprenderte de memoria, como cuando los teléfonos todavía se recordaban.

Y es que 1-800-CHATGPT no es un producto; es una metáfora con prefijo internacional. Representa el punto exacto donde lo analógico se rinde ante lo digital, pero con una reverencia elegante. Un puente entre dos mundos que, sin darnos cuenta, acabamos de cruzar. Porque si algo demuestra esta jugada de OpenAI, es que la verdadera innovación no siempre llega disfrazada de novedad. A veces llega con el mismo tono de llamada de siempre, pero respondiendo con una voz que nunca antes habíamos escuchado. Así que la próxima vez que marques un número, recuerda: quizás no estés llamando a alguien, sino a algo. Y ese “algo” puede que sepa más de ti que muchos de tus contactos.

El teléfono ya no suena. Ahora conversa. Y con eso, la historia da otra vuelta de campana.

domingo, 5 de octubre de 2025

Juego 064: Quake III Arena para PC (1999)

Prueba Quake III Arena fue, durante una buena temporada, mi excusa para salir de casa. Aunque hoy parezca lo contrario, hubo una época en la que los videojuegos no eran sinónimo de encierro: eran el motivo perfecto para bajar al ciber, juntarse con amigos y ver quién tenía los mejores reflejos. Quake III era el rey indiscutible de esos locales llenos generalmente de risas, diferentes conversaciones solapándose unas a las otras, ruidos de teclados mecánicos y pantallas CRT vibrando con cada fragJugar desde casa era casi impensable. La mayoría teníamos conexiones por módem y par de cobre, y aunque alguno lo intentaba, la experiencia era frustrante. Con tanto lag, nadie era competitivo. Daba igual lo bueno que fueras: entre los tirones, el retardo y los cortes, la partida se convertía en una lotería (tal como lo comenté en una pasada entrada dedicada el Enemy Territory). En cambio, en red local, el juego volaba. Todo respondía como debía. Te movías con una fluidez que parecía casi ciencia ficción y sabías que, si te mataban, era porque alguien era mejor… no por culpa del ping. Fue precisamente eso lo que hizo que Quake III se convirtiera en el centro de tantas tardes de sábado. No era solo el juego; era el ritual de salir, comprar algo para picar, encontrarse con los de siempre y ver quién se llevaba más frags al final de la sesión. Para muchos, el ciber no era solo un lugar con ordenadores: era nuestra arena.

La propuesta del juego, lanzado por id Software en 1999, era simple y radical al mismo tiempo: nada de campaña, nada de historia, nada que se interpusiera entre tú y la acción. Solo deathmatch, team deathmatch, capture the flag y variantes igual de intensas. Cada jugador con su skin, mismas reglas para todos. Lo único que importaba era quién sabía moverse, apuntar y controlar el mapa mejor que el resto. En lo técnico, Quake III era una bestia. Usaba el motor id Tech 3, que en aquel momento parecía sacado del futuro: modelos 3D más estilizados, texturas nítidas, luces dinámicas, entornos minimalistas y alucinantes, diseñados para que todo fluyera a toda velocidad... ¡Y cómo fluía! No se sentía como otros shooters de la época. Esto era otra cosa. Todo se trataba de precisión, timing y movimiento.

Había algo hipnótico en ese ritmo. En pillar el rocket launcher justo antes que el otro. En saberse el respawn del mega health al segundo. En volarle la cabeza a alguien con el railgun desde el otro lado del mapa. Cada disparo contaba. Cada salto mal hecho podía costarte la vida. Y cuando entraba ese combo perfecto (doble salto, cohete en la cara, recogida de armadura), sentías que estabas flotando. Uno de los mapas más recordados, Q3DM17 (The Longest Yard), era una locura flotante en el espacio. Nada de pasillos ni coberturas: plataformas suspendidas, saltos suicidas y railguns cruzando el aire a toda velocidad. Un error y caías al vacío. Un acierto y quedabas como dios.


La banda sonora también jugaba su papel. Ese toque de metal industrial le daba al juego una sensación de urgencia constante. Todo estaba diseñado para mantenerte tenso, despierto, listo para disparar. Y el diseño de sonido era igual de bueno: el ping seco del railgun, el chasquido del lightning gun, el sonido inconfundible de un quad damage activado. Todo tenía una función: que no pudieras relajarte nunca.

Hoy, si lo instalas y lo configuras a 144 Hz, la sensación sigue intacta. Hay algo en su ritmo que ningún otro shooter ha replicado. Todo está tan medido, tan limpio, tan depurado, que volver a él es como volver a montar en bicicleta: quizás te oxidas al principio, pero en cuanto haces un frag, vuelves a estar en casa. Incluso puedes jugar una versión más moderna llamada Quake Live, una adaptación oficial lanzada por id Software que mantiene el núcleo de Quake III pero con mejoras gráficas, compatibilidad con sistemas actuales y nuevos modos de juego. Aunque su comunidad es más reducida hoy en día, sigue siendo una forma fantástica de revivir esas partidas intensas con soporte nativo para resoluciones modernas, tasas altas de refresco y servidores dedicados.

Curiosidades:

  • Los bots no solo disparan: tienen frases únicas, bromas e insultos según con quién estén jugando.
  • Orbb era una demo técnica; el personaje flotante sin piernas nació como una prueba del sistema de animación… y se volvió icónico.
  • Existen niveles no accesibles desde el menú, como tutorial1, que solo se cargan desde consola.
  • En algunos equipos, leer desde el CD-ROM era más veloz que desde el disco duro.
  •  Algunos errores reproducen mensajes como “You broke it. Hope you're proud.” al cerrarse de forma inesperada.
Quake III Arena no solo fue un juego de disparos. Fue un ritual. Un punto de encuentro. Un código compartido entre quienes sabíamos que la única forma de jugarlo bien era con un ping bajísimo y las manos en constante movimiento. Fue una época y una energía que ya no existen, pero que, si estuviste allí, seguro que todavía puedes recordar con claridad.

sábado, 4 de octubre de 2025

Juego 063: Metroid para NES (1986)

No sé cómo hasta ahora no le había dedicado una entrada a Metroid, uno de esos juegos que, aunque no tuve en su momento (por lo menos hasta no pasados los años 2000), terminó marcando mi manera de entender los videojuegos. Lo conocí gracias a un amigo que, de aquella, vivía justo enfrente. Él tenía el cartucho y recuerdo quedarme embobado mirándolo jugar, fascinado por esa atmósfera extraña y diferente a todo lo que conocía en la NES. Me atrapó de inmediato ese tipo de propuesta que, hasta entonces, era completamente nueva para mí: un juego que no se limitaba a llevarte de un punto A a un punto B, sino que te obligaba a explorar, perderte y volver sobre tus pasos. Pero curiosamente, Metroid no era un título muy popular por esta zona; sólo lo tuvo ese amigo y fuera de su casa era como si no existiera. Pero ese halo de rareza lo hacía aún más especial, como si fuese un secreto compartido entre unos pocos. A mí me fascinaba, aunque, siendo tan pequeño, la verdad es que nunca llegué demasiado lejos. Mi corta edad y mi impaciencia no eran la mejor combinación para un juego que exigía calma, observación y constancia. Metroid no se conquistaba a golpes, se desentrañaba poco a poco. Y yo, como muchos críos, buscaba la gratificación inmediata.


Tampoco ayudaba que las revistas apenas le dedicaran espacio en aquel momento. Micromanía, en su primera época, solía centrarse más en ordenadores de 8 bits y en los arcades de moda, dejando a Metroid casi en un rincón anecdótico. Cuando Hobby Consolas arrancó a principios de los 90, la NES ya estaba de salida y el foco estaba en Super Nintendo y Mega Drive. Eso hizo que títulos como Metroid pasaran prácticamente de puntillas por sus páginas. No había mapas detallados, no había guías completas (que yo llegué a conocer), apenas alguna referencia o comentario breve en secciones de trucos o recopilatorios. Superjuegos, por su parte, tampoco se extendió demasiado: se mencionaba a Samus en comparativas o en artículos sobre sagas de Nintendo, pero siempre con un papel secundario.

Con los años, antes de terminar el colegio, cuando la Super Nintendo llevaba tiempo consolidada, decidí darle otro intento. Ya tenía más experiencia (tampoco mucha) y algo más de paciencia (y, no, tampoco mucha más), pero aun así Metroid seguía resistiéndose. Me perdía en sus pasillos interminables, me agobiaba la falta de un mapa y acababa abandonando la partida. Metroid no perdonaba: era duro, opresivo y poco complaciente. No fue hasta muchos años después que decidí sentarme de verdad y saldar esa deuda pendiente con Zebes. Esta vez lo hice con otra mentalidad: sin prisas y celebrando cada mejora como un pequeño triunfo. Y fue entonces cuando comprendí lo que lo hacía tan grande: su diseño laberíntico, su atmósfera minimalista y la manera en que premiaba la curiosidad y la perseverancia. Jugarlo así fue casi como viajar en el tiempo y reconciliarme con aquel niño impaciente que nunca lograba avanzar.

Metroid salió en 1986 de la mano de Nintendo R&D1, con Gunpei Yokoi como productor y Yoshio Sakamoto en la dirección creativa. Fue un experimento atrevido: mezclar la acción arcade con la exploración libre, algo que en consolas hogareñas no existía. La influencia de Alien de Ridley Scott estaba presente en cada rincón: un planeta solitario, oscuro y húmedo, donde las criaturas parecían salidas de una pesadilla biomecánica. Nada de princesas ni reinos coloridos; aquí todo era silencio, tensión y peligro. La música de Hirokazu Tanaka, más cercana a ruidos ambientales que a melodías heroicas, reforzaba esa atmósfera. En lugar de animarte, te hacía sentir perdido, como si el propio planeta conspirara contra ti. Y por supuesto, está Samus Aran, el gran giro del juego. Durante toda la partida creías controlar a un cazador de recompensas masculino, hasta que al terminar, dependiendo del tiempo invertido, el casco se retiraba y Samus se revelaba como mujer. En 1986, en un medio dominado por personajes masculinos como Mario, Link o Mega Man, ese detalle fue revolucionario, colocando a Samus como pionera en la representación femenina en los videojuegos.

La jugabilidad era igualmente rompedora: las mejoras permanentes como los Misiles, las Bombas, el Rayo de Hielo (Ice Beam) o la Morph Ball abrían zonas antes inaccesibles, empujándote a volver atrás y replantear tu camino. Ese bucle de exploración y retroceso intencionado sería la base de lo que más tarde se llamaría Metroidvania, un género que influenciaría a sagas tan dispares como Castlevania: Symphony of the Night, Axiom Verge o Hollow Knight. En su momento, Metroid no tuvo un impacto masivo comparable al de otros juegos de la NES. Sin embargo, en Estados Unidos alcanzó un estatus de culto gracias a Nintendo Power, que publicaba mapas y consejos para guiar a los jugadores por Zebes. En España, en cambio, la falta de cobertura en las revistas lo relegó a ese lugar extraño entre el mito y la realidad. Solo con el tiempo, y sobre todo con la llegada de Super Metroid en SNES, comenzó a recibir el reconocimiento que merecía.

Curiosidades:

  • El sistema de contraseñas incluía el famoso JUSTIN BAILEY, que permitía jugar con Samus sin el traje y se convirtió en un mito de patio de colegio.
  • La versión japonesa para el Famicom Disk System tenía música y efectos más ricos gracias al chip de sonido extra, algo que en occidente se perdió.
  • El nombre de Ridley, el dragón espacial, fue un homenaje directo a Ridley Scott.
  • La Morph Ball se creó porque animar a Samus en cuclillas era demasiado complicado: rodar era más simple… y terminó siendo una de sus señas de identidad.

Para mí, Metroid no fue solo un cartucho de la NES: fue un enigma, un reto personal y un juego que tardé años en comprender. Recuerdo la frustración de no avanzar, la sensación de perderme en sus pasillos interminables, y la alegría casi infantil de cada descubrimiento. Y cuando finalmente lo terminé ya de adulto, no solo entendí por qué se había convertido en una piedra angular de los videojuegos, sino que también cerré una herida abierta de mi infancia. Metroid me enseñó que los juegos no siempre están para darte todo servido: a veces son laberintos que te ponen a prueba, que exigen paciencia y atención... Y que justamente por eso se quedan grabados en la memoria.