Este 2025 está siendo, sin duda, el año más activo desde que empecé. Antes de esta entrada, ya he publicado 143 textos, una cifra que supera con creces la suma de los últimos cuatro años juntos. Si sumamos 2024 (16 entradas), 2023 (4), 2021 (28) y 2020 (5), nos da un total de 53. Y sólo en este año llevo casi tres veces esa cantidad. Una auténtica locura para alguien que, no hace tanto, encontraba complicado sacar tiempo para poner unas pocas palabras.
Pero esa irregularidad ha sido parte del viaje. Algunos años publiqué apenas unas entradas, como en 2018 (una sola) o 2015 (tres) y otros años la actividad fue una tormenta creativa: 2010 con 128 entradas, o 2006 y 2008, con más de cien cada uno. ¿Qué significa eso? Que la vida no es lineal y mi relación con el blog tampoco. Hubo épocas en las que la "inspiración" y el tiempo se alinearon para dar rienda suelta a las ideas; otras en las que las prioridades, la fatiga o la simple rutina ralentizaron el proceso.
Estos números, sin embargo, son más que estadísticas. Son las huellas de un camino personal, el reflejo de un ánimo, de un contexto social y tecnológico que también ha cambiado mucho. Cuando miro hacia atrás, veo más que fechas y cantidades: veo momentos vividos, historias compartidas, aprendizajes, errores, risas, frustraciones. Cada entrada es una pequeña cápsula del tiempo, una foto de cómo veía el mundo (y, claro está, a mí mismo) en ese instante.
Ahora, en 2025, siento que esa energía ha regresado; tal vez porque el mundo sigue necesitando espacios para reflexionar, para debatir, o simplemente para escuchar otra voz. O porque este lugar es más que un blog: es un refugio, una excusa para detenerse a pensar y para conectar con quienes aún sienten curiosidad por temas que a veces parecen perdidos en el ruido digital.
Esta entrada número 144, entonces, no es solo un número más. Es un homenaje a ese proceso imperfecto, a esa montaña rusa de emociones, compromisos y creatividad que supone mantener un proyecto personal vivo durante tantos años. Es una invitación a no rendirse, a no perder la curiosidad ni las ganas de escribir, incluso cuando el camino parezca cuesta arriba o el silencio se apodere del teclado.
Y si algo me ha enseñado este recorrido es que escribir no se trata solo de acumular posts o clicks. Se trata de constancia, sí, pero también de autenticidad. De dar espacio a las ideas cuando llegan, de saber cuándo dejar que respiren, de respetar el propio ritmo sin presionarse en exceso. Porque, al final, mi blog es eso: un reflejo honesto de un proceso que sigue en marcha.
Así que gracias por estar ahí, por leer estas líneas y por acompañarme en esta aventura. Que esta entrada sea un punto y seguido, un recordatorio de que, aunque el ritmo cambie, la pasión por contar historias y compartir pensamientos puede ser un motor poderoso.
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