Doom, ese juego legendario de 1993 que cambió para siempre los first-person shooters, llegó a todas partes... incluso donde no debía. Y uno de esos lugares fue la Super Nintendo, una consola que, por más que la amemos, no tenía ni de lejos la potencia para mover Doom. Pero lo hizo. Y lo hizo gracias a la terquedad casi sobrenatural de un solo programador: Randy Linden. A finales de 1995, con la SNES dando sus últimos coletazos y la industria ya con la vista puesta en la futura Nintendo 64, Doom aterrizó en Super Nintendo. No fue un lanzamiento modesto, ni mucho menos. El juego tuvo su buena dosis de publicidad y no era para menos... Si querías jugar algo remotamente parecido a Doom, necesitabas una buena torre en casa, o bien recurrir a consolas como la Mega Drive, que con su adaptador 32X apenas lograba acercarse... ¡Y aún así salía perdiendo frente a la versión de SNES! Aquí no hacían falta accesorios extraños: el port venía listo para enchufar y jugar.