
De todos los cartuchos que pasaron por mis manos (o por las de mis amigos),
Castlevania siempre tuvo algo especial. No era simplemente un
juego de acción sino que era toda una experiencia gracias a su atmósfera, música inolvidable y
monstruos salidos directamente de una
película de terror de serie B. Desarrollado por
Konami y lanzado en 1986 en Japón (bajo el título
Akumajō Dracula) y un año después en Europa,
Castlevania fue uno de los primeros juegos en ofrecer una experiencia
cinematográfica dentro de la limitada capacidad técnica de la
Nintendo Entertainment System (NES). Y sí, aunque envejeció con cierta rigidez, se ganó su lugar en la
historia de los videojuegos por méritos propios… y también por frustraciones compartidas. Yo nunca tuve
Castlevania en mi colección personal (por lo menos no el original de NES, aunque sí en recopilatorios venideros como el reciente
Castlevania Anniversary Collection de
Nintendo Switch) pero era uno de esos juegos que siempre aparecían cuando ibas a casa de algún amigo. Apenas lo veías arrancar con esa intro con el
castillo de Drácula de fondo y sabías que te esperaban cosas grandes.


Desde el primer látigazo de nuestro protagonista,
Simon Belmont, el juego te soltaba directo a una pesadilla pixelada con murciélagos erráticos, esqueletos lanzadores de huesos y escaleras traicioneras que decidían tu destino más veces de las que uno quisiera admitir. Todo eso acompañado por una
banda sonora que sigue siendo legendaria, con temas como
"Vampire Killer" o
"Wicked Child" que hoy en día siguen apareciendo en
remixes y homenajes. Pero no todo era gótico glamour porque como en muchos títulos de la
era de los 8 bits,
Castlevania tenía una
dificultad que rozaba el sadismo. No tanto por el diseño de enemigos, sino por cómo se controlaba nuestro protagonista: lento, rígido y con un ortopédico salto porque, una vez en el aire, no había vuelta atrás: si errabas por milímetros, te esperaba una caída letal o un empujón al vacío cortesía de un enemigo mal colocado. Lo peor era cuando llegabas a los jefes con poca vida y sin la
subarma correcta... Porque sí, si no era así casi podías notar como el juego simplemente te miraba a los ojos y te decía:
"volvé al principio y hazlo bien".
El sistema de subarmas (que incluía cuchillos, agua bendita, relojes que detenían el tiempo, etc.) era bueno sobre el papel; pero a veces se volvía un poco una ruleta rusa. Un simple error al recoger un ítem podía arruinarte toda una estrategia y como no había forma de volver atrás, era aguantarse o reiniciar.
Curiosidades:
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La colocación de candelabros (que contienen ítems) es ligeramente diferente entre versiones. En Japón, están ubicados estratégicamente para facilitar el progreso, mientras que en Occidente algunos están en lugares más complicados, aumentando el desafío.
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La versión japonesa tenía batería de guardado… pero la quitaron: En Akumajō Dracula para Famicom Disk System, podías guardar tu progreso. En Occidente, al pasar a cartucho, se eliminó esa opción, obligándote a terminar el juego de una sentada.
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El retardo intencionado en el ataque del látigo no solo fue una decisión de diseño; también permitió a los programadores reducir la cantidad de cálculos necesarios por cuadro al no tener que procesar animaciones instantáneas.
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La NES tenía solo 2 KB de VRAM para almacenar las tablas de nombres (Nametables) que determinaban qué tiles se mostraban en el fondo. Castlevania utilizó una técnica llamada "mirroring", donde dos tablas se reutilizaban para simular un mapa más grande, reduciendo la carga en el hardware.
Aunque nunca llegué a terminar Castlevania en su día en la versión original, lo volví a intentar mil veces años después con bastante más paciencia que cuando era joven. Porque da igual cuando lo juegues, Castlevania para NES es un juego que siempre atrapa, no por su jugabilidad precisamente justa, sino por su atmósfera. Era como jugar dentro de una cinta VHS de horror, con sprites pixelados y una música que hacía latir el corazón; es un clásico con todas sus luces y sombras. Y recuerda, si alguna vez te animas a entrar en el castillo de Drácula… que no sea con prisa. Vas a necesitar paciencia, precisión y muchas vidas extra.
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