Un reflejo especialmente llamativo de este cambio lo encontramos en el mundo de las videoconsolas. Por primera vez, consolas como la Xbox Series X y Series S han subido de precio años después de su lanzamiento, rompiendo la tendencia histórica de abaratamiento con el paso del tiempo. La Xbox Series X, por ejemplo, ha pasado de los 499 € iniciales a 599 € en 2025, mientras que la Series S ha subido de 299 € a 379 €, incrementos que alcanzan hasta un 27 % según el modelo. Este fenómeno no es exclusivo de Microsoft: Sony ha encarecido la PlayStation 5 en varias regiones y se especula que la futura PS5 Pro podría alcanzar hasta los 1.200 dólares en algunos mercados, impulsada por la presión de los aranceles, la inflación y los crecientes costes de fabricación. Y Nintendo tampoco escapa a esta tendencia. La próxima Switch 2 (con lanzamiento en menos de un mes) llegará al mercado con un precio de 469,99 €, el más alto para una consola de la compañía en su historia reciente y los juegos de lanzamiento alcanzarán hasta 90 € en formato físico.
Aunque, también es justo indicar que la NES ajustando su precio a la inflación, fue incluso más cara: en su lanzamiento oficial en España en junio de 1988 costaba 25.000 pesetas (unos 150 euros de la época), lo que equivale a aproximadamente 457,97 euros actuales. Esto significa que, en términos reales, la NES y la Switch 2 se sitúan en un rango de precio muy similar si se tiene en cuenta el poder adquisitivo de cada época; aunque estamos en épocas de incertidumbre social muy diferentes.
Este aumento de precios no solo responde al encarecimiento de los componentes y la presión inflacionaria global, sino también a una nueva realidad en la que las compañías buscan mantener márgenes en un contexto de menor avance tecnológico y mayor competencia por recursos.
Pero volvamos a la cuestión principal de esta entrada. y empecemos por lo básico.. ¿Qué fue (y qué es) la Ley de Moore? La llamada Ley de Moore fue formulada en 1965 por Gordon Moore, cofundador de Intel. En su versión original, afirmaba que el número de transistores en un microprocesador se duplicaría aproximadamente cada dos años, lo cual suponía una evolución exponencial en la capacidad de cómputo y una caída relativa en los costes por transistor.
Esta no era una ley física como la ley de la gravedad, sino una observación empírica y una suerte de hoja de ruta no oficial para la industria de los semiconductores.
Durante más de medio siglo, este principio guio el desarrollo tecnológico global y gracias a ella vimos cómo los ordenadores, teléfonos móviles y dispositivos electrónicos se volvían cada vez más pequeños, potentes y accesibles. Sin embargo, desde mediados de la década de 2010, este ritmo se ha ralentizado. Incluso Intel reconoce que el ciclo de duplicación ahora se extiende a tres años, mientras que figuras como el CEO de NVIDIA declaran abiertamente que la Ley de Moore ya está muerta.
Pero... ¿Porque se ha frenado la Ley de Moore? Las causas son variadas, pero podemos resumirlas en cuatro grandes bloques:
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Limitaciones físicas: Estamos operando en escalas cercanas al nivel atómico, donde seguir reduciendo el tamaño de los transistores resulta extremadamente complejo y exponencialmente costoso.
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Costes de fabricación: Tecnologías como los procesos de 5 nm y 4 nm han incrementado notablemente los costes por oblea. El gigante TSMC subirá precios un 10 % en 2025, y una sola oblea de 4 nm ya supera los 20.000 dólares.
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Demanda y escasez: La explosión de la inteligencia artificial ha generado un cuello de botella en el suministro de chips de alto rendimiento, afectando gravemente a la disponibilidad de GPUs y otros componentes clave.
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Subida de precios en componentes clave: Por ejemplo, la memoria DRAM subirá hasta un 53 % en 2024 y un 35 % más en 2025, lo cual encarecerá productos como portátiles, smartphones y centros de datos.
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Precios más altos: La escasez y el aumento de costes se traducen en precios finales mucho más elevados en productos como tarjetas gráficas, laptops, y smartphones.
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Menor salto generacional: Las nuevas generaciones de hardware ya no ofrecen saltos espectaculares de rendimiento. Pagamos más... por mejoras más modestas.
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Nuevas estrategias empresariales: Ante la imposibilidad de seguir prometiendo revoluciones tecnológicas constantes, muchas empresas optan por modelos de negocio basados en suscripción, precios dinámicos basados en IA y marketing emocional o de hype.
Pero no por ello considero que la innovación ha muerto, sino que considero que tal vez se pueda decir que esta ha cambiado de rumbo pues, a pesar del declive de la Ley de Moore clásica, la innovación tecnológica sigue viva, aunque por otros caminos:
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Procesadores especializados: Chips diseñados para tareas específicas, como los dedicados a la IA generativa, permiten máximo rendimiento en funciones concretas, aunque no sean tan versátiles como una CPU tradicional.
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Computación paralela: El auge de las GPU y arquitecturas como CUDA ha abierto un nuevo paradigma donde el rendimiento no se mide solo por la frecuencia o el número de núcleos.
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Optimización e inteligencia de negocio: El foco se desplaza hacia la eficiencia, la personalización mediante datos y el uso de IA para maximizar valor, incluso cuando el avance del hardware se ralentiza.
La Ley de Moore, tal como la conocíamos, está en retirada; nos vemos inmersos en una nueva era más lenta, pero no menos interesante. La promesa de duplicar potencia al mismo precio cada dos años ya no se cumple. Sin embargo, como comentaba antes personalmente considero que la innovación no ha muerto: se ha diversificado y especializado. Vivimos una era donde la eficiencia, la inteligencia y la adaptación marcan el nuevo rumbo. El consumidor actual debe ser más crítico, más informado y más estratégico. No se trata de esperar el siguiente gran salto… sino de entender dónde y cómo se está produciendo el verdadero cambio.
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