jueves, 19 de junio de 2025

Juego 045: Pong para Atari 2600 (1977)

Antes de que existiera la guerra de consolas, los mundos abiertos, los FPS multijugador o siquiera los sprites de 16 bits, hubo dos barras y un punto. Pong. Nada más, nada menos. 

En 1972, cuando lo más interactivo que encontrabas en una pantalla era cambiar de canal girando una pequeña rueda o pulsando pequeños botones en el propio televisor, Atari lo puso todo patas arriba con un juego que, visto hoy, parecería una broma. Pero en ese momento fue una chispa: un Big Bang

El nacimiento de todo.

Pong no fue el primer videojuego jamás creado, pero sí fue el primero en decirle al mundo que jugar en una pantalla podía ser un acto social, adictivo… rentable. En lugar de laboratorios y osciloscopios, Pong estaba en bares. Al lado de la máquina de pinball, justo donde un dólar podía comprarte no solo una cerveza, sino cinco minutos de gloria. Porque Pong se jugaba a dobles, frente a frente, con sudor en las manos y miradas asesinas. No había historia, no había personajes, no había nada más que una batalla minimalista de reflejos, ritmo y orgullo.

Recuerdo la primera vez que lo descubrí; fue en una Atari 2600 que habíamos comprado para casa. No fue el primer juego que probé en ese sistema (ese honor se lo lleva Frogger), pero Pong fue, sin duda, uno de los primeros que me marcaron, uina adaptación doméstica posterior del video original creado por Atari en 1972. Era simple, casi ridículo en comparación con otros títulos, pero algo me atrapó. Era hipnótico. Una especie de tenis de bolsillo donde cada rebote era un latido, cada punto una pequeña victoria personal. Sentías que estabas en un duelo puro, donde el único poder especial era tu concentración. Y lo más curioso: era divertido. No por nostalgia, ni por historia, ni por rareza. Simplemente por cómo estaba diseñado. Pong funcionaba porque era puro. Directo. Crudo. Cada movimiento era inmediato, sin animaciones, sin física avanzada, sin capas de diseño. Solo tú, el rival y esa dichosa pelotita cuadrada que parecía tener vida propia. No había excusas: si perdías, era culpa tuya. Si ganabas, era porque lo merecías.

Nolan Bushnell y Al Alcorn, los nombres detrás del experimento, no se imaginaban que aquella maquinita casera que instalaron en un bar de California terminaría desbordando de monedas al segundo día. Ni siquiera habían diseñado un sistema para vaciarla, porque nadie esperaba que alguien jugara tanto. Pero el mensaje estaba claro: esto iba en serio. Pong no era una curiosidad técnica. Era entretenimiento. Era futuro. A partir de ahí, Atari se disparó. Las recreativas se multiplicaron como hongos después de la lluvia. Pong tuvo clones, versiones caseras, imitaciones baratas y homenajes durante décadas. Fue tan influyente que aún hoy, en plena era del fotorrealismo, sigue apareciendo en exposiciones, en museos, en camisetas. Porque Pong no envejece: se transforma en símbolo.

Y claro, como todo pionero, también tiene su lado crudo. La versión doméstica llegó en 1975 (que comentaba al principio) y fue un éxito instantáneo, pero también el inicio de la saturación. Cientos de empresas lanzaron sus propios "Pongs", hasta que el mercado dijo basta. Pero eso no quita lo esencial: Pong fue el primer grito de guerra de una industria que todavía estaba en pañales.

Curiosidades:

  • El primer bug de la historia arcade: La primera máquina de Pong dejó de funcionar a los pocos días. Al Alcorn fue a revisar qué pasaba. ¿El problema? ¡Estaba tan llena de monedas que se había atascado! soundandvision.com

  • No era original del todo: Pong se inspiró directamente en un juego de ping pong incluido en la Magnavox Odyssey, la primera consola doméstica. Atari recibió una demanda… y perdió. Pero para entonces, ya era demasiado tarde: la leyenda había nacido.

  • Solo tenía un modo: Dos jugadores. Uno contra otro. No había IA, no había menú de dificultad. Todo era habilidad pura. Si no tenías con quién jugar, simplemente no había juego.

  • El sonido icónico: Ese "bip" al rebotar la pelota no era simplemente un efecto sonoro. Era todo el sistema diciendo: “algo pasó”. Pong no tenía ni siquiera música de fondo, solo esa sonoridad mecánica que se te quedaba en la cabeza durante horas.

Hoy, cuando todo es online, cuando los juegos pesan más que el sistema operativo de un ordenador, cuando hay más botones en un mando que teclas en un piano, a veces viene bien mirar atrás. Volver a Pong. A ese momento en que todo empezó con una idea simple, pero brillante: que jugar puede ser tan básico como mover una línea arriba y abajo, y aun así ser suficiente para hacer historia.

Porque Pong no necesitó tramas, motores gráficos ni marketing millonario. Pong solo necesitó existir. Y con eso, cambió el mundo.