martes, 24 de junio de 2025

¿Qué es retro en los videojuegos?

El concepto de "retro" en los videojuegos ha dejado de ser una mera categorización temporal para transformarse en un fenómeno cultural complejo que abarca múltiples dimensiones del entretenimiento digital. Aunque no existe un consenso universal sobre cuántos años debe tener un videojuego para ser considerado retro, muchos coinciden en establecer un mínimo de dos décadas. Pero más allá de una fecha, lo retro se ha convertido en una manifestación de nostalgia, una forma de conservación del patrimonio digital y, al mismo tiempo, en una estética influyente que incluso moldea el desarrollo de juegos actuales.

El retrogaming, conocido en español como “jugar a los clásicos”, hace referencia a la afición de jugar y coleccionar videojuegos antiguos, ordenadores y máquinas arcade. Sin embargo, lo que parece una actividad sencilla encierra una complejidad conceptual creciente. El término "retro" ha ido expandiendo sus límites conforme nuevas generaciones de consolas van entrando en la adultez de su ciclo tecnológico. Mientras algunos definen lo retro desde lo cronológico, otros prefieren pensar en generaciones de consolas o en grandes hitos de la evolución tecnológica, como la transición de gráficos 2D a 3D o la llegada de las funciones online.

Originalmente, lo retro se asociaba a sistemas como la Atari 2600, la Nintendo Entertainment System (NES) o la Sega Mega Drive, pilares que marcaron la infancia de quienes crecieron en los años 80 y 90. Pero hoy, hay quien argumenta que consolas como la PlayStation 2 o la Nintendo GameCube también entran ya en el club de lo retro. Esta falta de consenso ilustra que lo retro en videojuegos no es una categoría estática, sino un término maleable, definido tanto por el tiempo como por la percepción colectiva de una comunidad que sigue reinventándose.

La comunidad retrogamer ha creado sus propias clasificaciones internas para navegar este mar de memoria y bits. Una bastante extendida divide el fenómeno en tres grandes bloques: retro lejano, retro medio y retro cercano. El primero abarca las primeras generaciones, cuando los videojuegos apenas balbuceaban en píxeles y pitidos electrónicos. La rareza de estas piezas hace que muchas sean prohibitivamente caras y, por tanto, terreno solo para coleccionistas serios o con una devoción casi arqueológica.

El retro medio se sitúa en la tercera y cuarta generación de consolas, con la NES, la Super Nintendo (SNES), la Mega Drive y la Game Boy. Es la etapa emocional por excelencia, aquella en la que muchos de los actuales jugadores eran niños y las consolas competían como si fueran bandas rivales de patio de colegio. No sólo era un combate entre Nintendo y Sega, también fue el canto del cisne de compañías como Atari. Por su parte, el retro cercano cubre la era de la quinta y sexta generación, con la llegada de la PlayStation original, la Nintendo 64, la Sega Dreamcast, y después la PS2, Xbox y GameCube. A nivel comercial, fue el momento del auge de Sony, el declive de Sega y los años difíciles de Nintendo. Es también un periodo más accesible para nuevos coleccionistas por la mayor disponibilidad y precios más moderados.

Ya se empieza a hablar incluso de una categoría de “prerretro” para referirse a consolas como la PlayStation 3, Xbox 360 o Nintendo Wii, que todavía no entran del todo en lo retro, pero pronto lo harán. Estas clasificaciones no solo son útiles, sino que revelan lo rápido que envejece la tecnología y lo lentamente que soltamos el afecto que le damos.

Lo que realmente alimenta al retrogaming es la nostalgia. Pero no una nostalgia cualquiera: se trata de una experiencia psicológica intensa y casi universal. Jugar un título clásico no es solo jugar, es revivir sensaciones, volver a una época, reconectar con un contexto. Según el Dr. Filippo Cordaro de la Universidad de Colonia, recordar experiencias pasadas genera buen ánimo y también un sentimiento de conexión social. No es extraño que las memorias de videojuegos estén ligadas a tardes compartidas con amigos, hermanos o rivales, lo que transforma el retrogaming en una experiencia colectiva, además de individual.

Y la industria lo sabe. Con una edad media de jugadores que supera los 35 años según Entertainment Software Association, no es coincidencia que proliferen las consolas mini, las reediciones y los juegos que imitan la estética 8-bit. Un jugador nacido en 1980 ha vivido la historia completa: desde los 8 bits, pasando por los 16, los salones arcade, los CD-ROMs, hasta llegar a lo digital.

Lo más sorprendente es que no sólo los nostálgicos impulsan este fenómeno. Un estudio de YouGov reveló que 1 de cada 4 británicos de la Generación Z posee una consola retro que realmente utiliza. Lo retro ofrece a estos jóvenes una experiencia más pura: sin DLCs, sin microtransacciones, sin notificaciones invasivas. Solo tú, el control y el juego. Además, el 66% ha comprado tecnología retro en los últimos dos años: cámaras digitales, reproductores de DVD, teléfonos con tapa. Hay una búsqueda colectiva de tangibilidad y simplicidad.

El aspecto económico del retrogaming es fascinante. Mientras que los títulos del retro lejano alcanzan precios desorbitados, el retro cercano todavía permite iniciar una colección sin hipotecarse. Esta estratificación del mercado ha generado múltiples perfiles de coleccionistas: quienes buscan piezas raras, quienes se enfocan en lo simbólico o quienes simplemente quieren revivir su infancia. Sin embargo, no todo es positivo: la especulación y la proliferación de “repros” han complicado el panorama, especialmente para los nuevos entusiastas.

Aquí es donde entra la emulación. Gracias a programas como MAME (Multiple Arcade Machine Emulator), se han podido conservar miles de juegos arcade. La emulación no solo permite jugar: preserva la historia. También existen recopilaciones oficiales como la Mega Drive Mini o colecciones digitales como las de Capcom Arcade Stadium. Pero emular también plantea preguntas sobre la autenticidad. ¿Es lo mismo jugar un título en un emulador moderno que hacerlo en un CRT con el mando original? ¿Qué se pierde por el camino? Desde la latencia de entrada hasta la textura física del hardware, hay elementos que definen lo retro más allá del software. El debate entre accesibilidad y fidelidad sigue vivo.

Además, la experiencia retro va más allá del juego en sí. También están los periféricos, los cartuchos, los manuales, y por supuesto, la música. Los chiptunes, esas melodías generadas por chips de sonido como el YM2612 o el SID del Commodore 64, marcaron una época y hoy son un género musical propio con festivales y producciones contemporáneas.

En resumen, lo retro en videojuegos es más que una moda pasajera. Es un fenómeno cultural en expansión que toca la historia, la tecnología, la psicología y el diseño. No importa si uno viene de la era de Pong o si descubre por primera vez un Final Fantasy de 16 bits en 2025. En un mundo saturado de estímulos, hay algo profundamente reconfortante en volver al botón de “Start” de hace 30 años. Y mientras haya jugadores buscando esa conexión, el retrogaming no sólo resistirá: seguirá inspirando el futuro.