viernes, 15 de agosto de 2025

Juego 059: Scud Race (1996)

El lanzamiento de Scud Race (Sega) en 1996 no fue solo un hito en la era dorada de los salones recreativos: fue una explosión de adrenalina pura que capturó el espíritu de la velocidad sin concesiones, en un momento en que los videojuegos de carreras empezaban a trascender el mero entretenimiento para convertirse en simulaciones casi palpables de la euforia automovilística. Sega AM2, el estudio japonés responsable de joyas como Daytona USA y Virtua Racing, desafió los límites técnicos de su nueva placa Model 3 con un título que no solo rendía homenaje a los superdeportivos del mundo real (Ferrari, Porsche, McLaren y Dodge Viper), sino que también elevaba el género arcade a un nivel de inmersión y competencia feroz que parecía sacado de una pista de Le Mans bajo luces de neón. Lo que hizo Scud Race no fue simplemente acelerar sobre asfalto digital: fue redefinir la experiencia multijugador en los recreativos, con cabinas enlazadas que permitían carreras cara a cara, un rugido de motores que vibraba en el pecho y un diseño de pistas que mezclaba curvas imposibles con escenarios exóticos, todo envuelto en un humor sutil y referencias a la cultura pop automovilística. En una época en que las consolas domésticas empezaban a robar protagonismo a los arcades, Sega plantó la bandera de la exclusividad con un juego que exigía monedas (dependiendo del salón, hasta 1€ por partida) y compañía, recordándonos que la verdadera diversión a menudo viene con el sonido metálico de una moneda cayendo en la ranura.


Para entender este fenómeno, hay que remontarse a mediados de los 90. Scud Race, conocido también como Sega Super GT en Norteamérica y partes de Europa (aunque en España siempre lo he visto como Scud Race) surgió como el sucesor espiritual de Daytona USA, pero con ambiciones mayores. Desarrollado por el equipo de Yu Suzuki en Sega AM2, el juego se presentó como el primer gran título en aprovechar la potencia del hardware Model 3, una placa que prometía gráficos poligonales fluidos a 60 fotogramas por segundo, texturas detalladas y efectos de iluminación dinámica que hacían que los autos brillaran bajo el sol virtual o resbalaran en la lluvia nocturna. Originalmente concebido para debutar junto a Virtua Fighter 3, un retraso permitió pulir aún más sus mecánicas: drifting preciso, colisiones realistas y un sistema de daños que afectaba el rendimiento, todo sin sacrificar la accesibilidad arcade. El juego ofrecía cuatro pistas iniciales (desde principiante hasta experto) inspiradas en circuitos reales como Suzuka o ficticios con toques fantásticos. Pero lo que lo distinguía era su enfoque en el multijugador: hasta ocho jugadores podían competir en cabinas linkeadas, creando épicas carreras que convertían los salones en arenas de rivalidad amistosa.

Scud Race se ejecutaba sobre la revolucionaria placa Model 3 de Sega, con un procesador gráfico que permitía modelados 3D complejos y entornos detallados, como ciudades nocturnas o costas soleadas, todo a una resolución y fluidez que superaba a cualquier consola de la época. AM2 implementó técnicas avanzadas de renderizado para simular reflejos en los capós, partículas de humo y grava volando en las derrapadas, y un audio inmersivo con motores rugiendo en estéreo y una banda sonora que aceleraba el pulso. El control era intuitivo pero profundo, con volantes force-feedback que transmitían cada bache y curva. Técnicamente era un prodigio: exprimía el hardware para ofrecer carreras que se sentían vivas, con IA agresiva que no daba tregua y un equilibrio perfecto entre simulación y diversión arcade.

Uno de los aspectos más intrigantes de Scud Race es su estricta exclusividad para el mundo de los arcades, un bastión que Sega defendió con uñas y dientes a pesar de los planes iniciales para ports a consolas como la Sega Saturn y, más tarde, la Dreamcast. Estos proyectos fueron cancelados por decisiones estratégicas de la compañía, que priorizaba títulos exclusivos para el hogar en un mercado en transición, dejando al juego anclado en las cabinas recreativas donde brillaba mejor. A día de hoy, no existe una versión oficial para consolas o PC; sólo (complicadas) emulaciones que permiten revivirlo en entornos modernos. Sin embargo, hay pistas sueltas dispersas en otros títulos de Sega que rinden homenaje: por ejemplo, en OutRun 2 para Xbox (2004) y su expansión OutRun 2006: Coast 2 Coast, se incluyen recreaciones fieles de las pistas de Scud Race como contenido desbloqueable, con autos similares y mecánicas adaptadas, permitiendo a los fans saborear ecos de su gloria original. También hay referencias visuales en juegos como Shenmue o Sonic & All-Stars Racing Transformed, donde elementos como billboards o diseños de circuitos evocan su legado, pero nada reemplaza la experiencia arcade pura.

A pesar de su innovación, Scud Race no rompió récords de ingresos comparado con gigantes como Daytona USA, pero su impacto en los salones recreativos fue inmenso, convirtiéndose en un referente para los aficionados a las carreras durante años. Lanzado en una era de transición para Sega, con la Saturn luchando y la Dreamcast en el horizonte, el juego cosechó elogios por su jugabilidad y gráficos, pero su exclusividad limitó su alcance masivo. Con el tiempo, se elevó al estatus de culto entre coleccionistas y entusiastas de los arcades, con cabinas originales cotizándose alto en subastas y comunidades online manteniendo viva su llama a través de torneos emulados.

En mi caso, jugué a Scud Race decenas de veces allá por principios del año 2000 (cuando el juego ya tenía sus años), en aquellos salones recreativos que había por la zona y lo hice con un buen amigo que, por desgracia, perdió la batalla contra el cáncer unos años después; pero en esas sesiones interminables de carreras enlazadas, éramos invencibles: riendo a carcajadas con cada derrapada fallida, compitiendo por el podio mientras las monedas se acumulaban en la ranura como ofrendas a la diversión. Es, sin lugar a dudas, el juego multijugador al que más dinero he "invertido", devorando tardes enteras en los diferentes locales cercanos cuando los recreativos estaban dejando ya de ser el epicentro social. Y estoy seguro de que, si a día de hoy lo encontrase en algún rincón olvidado de un arcade vintage, echaría una moneda por esos tiempos.

Curiosidades:

  • Licencias reales: Scud Race fue uno de los primeros en incluir autos licenciados como el Ferrari F40 o Porsche 911, con modelados fieles que Sega negoció directamente con los fabricantes.

  • Nombre controvertido: "Scud Race" se cambió a "Sega Super GT" en occidente para evitar confusiones con misiles Scud, aunque el título original evocaba "Sports Car Ultimate Drive".

  • En 1997 salió Scud Race Plus, una actualización japonesa que introdujo pistas inversas y el modo “Super-Beginner”, un circuito oval dentro de una casa de juegos infantil. En este modo podías competir como un gato, un tanque, un autobús del equipo AM2 o un coche cohete. También existía un modo “attract” donde un deportivo rojo destruía el Coliseo Romano.

  • Aunque se mostró una demo técnica para Dreamcast (incluso en presentaciones oficiales de Sony), finalmente nunca llegó a lanzarse una versión doméstica. Tampoco hubo port para Saturn, principalmente por limitaciones de hardware.

  • Las cuatro pistas de Scud Race aparecen como contenido desbloqueable en la versión de Xbox de OutRun 2, integradas como una ruta continua en lugar de pistas separadas.

  • En la versión original de Scud Race (no Plus), hay modelos no utilizados ("unused objects") detectados en los archivos: uno es un Ferrari F50, y otro es un coche de la IA del Daytona USA (denominado o_1kcar0_a).

Scud Race no fue solo un juego de carreras atípico en su tiempo: fue una anomalía vibrante y efímera que se atrevió a capturar la esencia de la velocidad en un formato que exigía presencia física, monedas y rivales en persona. Fue competencia cuando todo era solitario, euforia en una época de transición y transgresión en el terreno más efímero: los salones recreativos que desaparecían. Pocos títulos han tenido el coraje de permanecer exclusivos con tanto magnetismo, ni de cuestionar el paso al hogar desde las cabinas. Y si bien nunca tuvo la oportunidad de expandirse comercialmente, su existencia es en sí misma un acto de resistencia arcade. Hoy, más que nunca, Scud Race se mantiene como un recordatorio veloz de lo que puede pasar cuando los desarrolladores apuestan por la inmediatez: un videojuego que no pedía adaptaciones, ni excusas.