Pero, si algo tenemos que destacar es que uno de los mayores logros de Conker’s Bad Fur Day fue su capacidad de satirizar sin piedad a la cultura pop de finales de los 90 y principios de los 2000. Desde Salvar al soldado Ryan hasta Matrix, Eyes Wide Shut, Alien, Drácula, Terminator e incluso El resplandor, nada estaba a salvo de la burla. Rare creó secuencias enteras que parodiaban escenas icónicas del cine con una mezcla de animación caricaturesca y humor adulto. De hecho una de las escenas más recordadas (y grotescas) es el enfrentamiento con el Great Mighty Poo, un gigantesco excremento cantante que lanza heces mientras entona una ópera en inglés shakespeariano. Esta escena resume perfectamente el tono del juego: técnicamente brillante, narrativamente subversivo y sin vergüenza alguna.Nintendo, famosa por su férreo control de contenido, permitió esta obra dentro de su consola más familiar, aunque con reservas. El juego recibió clasificación Mature (M) por la ESRB, lo que limitó en Estados Unidos seriamente su distribución en tiendas; en Europa fue muy tapado con apenas promoción y nunca fue lanzado en Japón.
A pesar de sus innovaciones, Conker’s Bad Fur Day vendió poco más de 55.000 copias en su primera semana en Estados Unidos y cerca de 300.000 en total en Norteamérica. En Europa, los números fueron similares. Comparado con éxitos como Super Mario 64, GoldenEye 007 o Donkey Kong 64, las cifras eran modestas. Mucho tuvo que ver su lanzamiento tardío (cuando la Nintendo 64 ya estaba en retirada y la GameCube a la vuelta de la esquina) pues también jugó en contra. Pero con el tiempo, el juego se convirtió en uno de los títulos más codiciados por los coleccionistas. Su escasez, irreverencia y calidad lo elevaron al estatus de juego de culto.
En mi caso, jugué a Conker’s Bad Fur Day varios años después de su lanzamiento, ya bien entrada la era de la GameCube. Había leído cosas sobre él, pero en España nunca se lanzó de forma oficial. Aunque se trataba de una de las obras más ambiciosas de Rare y había causado polémica en los países donde fue editado, la distribución en el mercado español se canceló por completo. Los elevados costes de los royalties que exigía Nintendo fueron, según se comentó entonces, uno de los principales obstáculos. A ello se sumó la negativa de la propia Nintendo a apoyar el lanzamiento, debido al contenido violento y explícito del cartucho, que consideraban incompatible con su imagen de marca. Finalmente, la distribución quedó en manos de THQ, pero España fue uno de los territorios donde se descartó totalmente su publicación. Aun así, el juego sí llegó al Reino Unido, y fue allí donde —gracias al favor de un amigo que se iba de Erasmus— conseguí una copia de segunda mano. Poder jugarlo fue como acceder a una especie de mito prohibido, una joya oculta de la Nintendo 64 que parecía diseñada para ser descubierta años después, como un mensaje irreverente escondido en la consola más familiar del mercado.
En 2005, tras la compra de Rare por Microsoft, se lanzó Conker: Live & Reloaded para Xbox. El remake modernizó los gráficos e incluyó multijugador online, pero censuró partes del guion original, lo cual fue mal recibido por los fans.
A pesar de que Rare tomó otros caminos, Conker’s Bad Fur Day dejó una huella imborrable. Demostró que un videojuego con estética de dibujos animados podía ser adulto, desafiante y subversivo.
Curiosidades:
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Sin censura… casi: Aunque se considera explícito, el juego censura algunas palabrotas inglesas con pitidos, pero el resto del lenguaje vulgar permanece intacto.
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Humor británico: La mayoría del elenco fue doblado por los propios desarrolladores de Rare, incluyendo a Chris Seavor, que hizo la voz de Conker y otros personajes.
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Parodias sin permiso: Rare no pidió licencias para las parodias, amparándose en el uso justo, aunque muchos temían demandas que nunca llegaron.
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Un cameo olvidado: Conker apareció en Diddy Kong Racing (1997), pero aún con su imagen infantil. Fue la única vez que existió públicamente el “viejo Conker”.
Conker’s Bad Fur Day no fue solo un juego atípico en su tiempo: fue una anomalía valiente y autoconsciente que se atrevió a hablar otro idioma en un entorno que no estaba preparado para escucharlo. Fue sátira cuando todo era literal, irreverencia en una época de pulcritud, y transgresión en el terreno más improbable: una consola de Nintendo. Pocos títulos han tenido el coraje de traicionar sus propias raíces con tanto talento, ni de cuestionar las reglas del medio desde dentro. Y si bien nunca tuvo la oportunidad de brillar comercialmente, su existencia es en sí misma un acto de resistencia creativa. Hoy, más que nunca, Conker’s Bad Fur Day se mantiene como un recordatorio valiente de lo que puede pasar cuando a los desarrolladores se les da libertad absoluta: un videojuego que no pedía permiso, ni perdón.

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