jueves, 31 de julio de 2025

Donkey Kong Bananza: cuando romper las reglas es la regla

Donkey Kong Bananza se estrenó el 17 de julio de 2025 como el gran regreso de Donkey Kong a las plataformas 3D, desarrollado por Nintendo EPD Tokyo, el mismo estudio que creó Super Mario Odyssey. Es el primer título tridimensional "real" protagonizado por DK desde Donkey Kong 64 (1999), y llega en exclusiva para la Nintendo Switch 2 con una propuesta tan ambiciosa como inesperada. La aventura transcurre en un mundo subterráneo masivo dividido en múltiples capas verticales conectadas entre sí en tiempo real. Cada nivel funciona como un ecosistema temático con sus propios desafíos y secretos, pero aquí viene lo revolucionario: no hay pantallas de carga evidentes. Puedes excavar desde la superficie hasta las capas más profundas sin interrupciones, gracias al motor de terreno destructible basado en vóxeles. La destrucción no es solo un efecto visual. Puedes demoler paredes, excavar túneles y derribar estructuras enteras, lo que permite acceder a rutas alternativas, encontrar tesoros ocultos y resolver puzles de formas completamente no lineales. Esta mecánica se integra con un sistema elemental donde materiales como el hielo o la lava reaccionan de manera lógica: arrojas hielo sobre lava para formar puentes de roca, usas explosivos para abrir nuevas rutas, o simplemente te abres paso a puñetazos donde otros juegos te pondrían una pared invisible.

Todo esto controlando a Donkey Kong con un esquema de botones simple (salto con A, golpes con X/Y/B) que esconde una profundidad muy bien calculada. Las físicas tienen consistencia y el sistema premia tanto la experimentación como la observación, en una fórmula cercana a la libertad creativa que vimos en The Legend of Zelda: Breath of the Wild, pero aplicada al plataformeo 3D.

Pauline, la compañía que transforma

Aquí viene una de las sorpresas más grandes del juego, aunque de sobra conocido por los diferentes trailers que Nintendo ha lanzado en estos últimos meses: Pauline no es la adulta que conocemos de Super Mario Odyssey, sino una niña de 13 años con una voz tremendamente poderosa. Pauline es una niña de 13 años con una voz tan poderosa que puede hacer estallar rocas e incluso otorgar nuevos y caracterísiticos poderes a Donkey Kong. Esta decisión narrativa, aparentemente arriesgada, funciona porque establece una dinámica de amistad intergeneracional que da frescura a la fórmula. Sin entrar en demasiados spoilers; las transformaciones Bananza, activadas gracias a los poderes vocales de Pauline, permiten a DK convertirse en distintas versiones potenciadas: Kong Bananza aumenta la fuerza, Zebra Bananza permite correr sobre el agua y Ostrich Bananza facilita el planeo y el lanzamiento de bombas huevo. Estas formas están limitadas por un medidor llamado Bananergía, que se recarga con oro recogido por el mundo. Dado que el oro abunda, estas transformaciones pueden utilizarse libremente, permitiendo incluso resolver puzles por atajos, lo que refuerza la filosofía del juego de validar múltiples soluciones.

Una narrativa que se comunica sin palabras

Donkey Kong Bananza mantiene su diálogo al mínimo, pero eso no impide que sea un juego increíblemente expresivo. La historia arranca con DK explorando una isla tras una tormenta magnética, y pronto descubre que la roca que lo acompaña no es una roca: es Pauline, atrapada por un hechizo. Esta revelación da paso a una narrativa ligera donde la relación entre ambos se fortalece a través de gestos, miradas y un sentido del humor que recuerda a las aventuras animadas clásicas. El juego no abusa del diálogo (con voces en castellano si lo deseamos), sino que transmite emociones a través del movimiento, como en los mejores momentos del diseño visual de Nintendo. Es storytelling puro a través del gameplay, donde cada interacción cuenta más que cualquier cutscene.

Un apartado técnico que impresiona

El apartado técnico es de lo mejor visto hasta ahora en Switch 2. La consola salió el 5 de junio de 2025, así que llevamos apenas un mes y medio con el hardware, pero Bananza ya demuestra su potencial. El uso de vóxeles permite una destrucción total y deformación del terreno sin comprometer los fotogramas por segundo, que se mantienen estables en 60 fps casi todo el tiempo (pero se notan rascadas). La banda sonora es otro acierto: dirigida por Naoto Kubo (compositor también en Odyssey), incluye arreglos de la música de David Wise y Grant Kirkhope de los juegos de Rare, junto con material nuevo. El resultado es una ambientación que es tanto nostálgica como fresca.

El modo cooperativo permite a un segundo jugador controlar a Pauline, que lanza proyectiles de voz usando los Joy-Con. Es una mecánica pensada para que jugadores menos hábiles participen sin frustrarse, similar al modo Co-Star de Super Mario Galaxy. Funciona porque no es condescendiente: Pauline tiene utilidad real.


El juego ofrece entre 25 y 30 horas para completar la historia principal, aunque alcanzar el 100% puede llevar hasta unas 45 horas. Incluye un sistema de recolección de fósiles, un modo creativo llamado DK Artist, y compatibilidad con amiibo para un traje "exclusivo" (que se puede sacar sin el amiibo, aunque se tarda más tiempo.

Pero no todo es perfecto. La baja dificultad de algunos jefes y problemas menores con la cámara pueden empañar ligeramente la experiencia (sobre todo los primeros niveles). 

Donkey Kong Bananza no solo propone romper paredes: propone romper con el diseño convencional de plataformas. No se trata de recoger plátanos y golpear enemigos siguiendo un camino predeterminado, sino de dar forma (literalmente) a tu recorrido. Cada puñetazo tiene intención. Cada capa del mundo se siente viva, transformable, tuya. En una industria obsesionada con la precisión quirúrgica o el drama cinemático, Bananza es una celebración del juego por el juego. Lo que parecía nostalgia se convierte en referente. Es Donkey Kong como nunca antes lo habías jugado, pero como siempre quisiste jugarlo.

Donkey Kong no ha vuelto solo para recuperar su trono. Ha vuelto para recordarle a toda la industria cómo se construyen (y se destruyen) las reglas del buen diseño. Bienvenidos a su selva.