Luigi’s Mansion fue el primer juego que compré de
segunda mano en mi vida. Estaba de vacaciones en
Valencia y en una escapada a
Xàtiva me topé con una
tienda de videojuegos (creo que
GameStop, pero de esto no estoy muy seguro) que, para mi sorpresa, tenía juegos de
GameCube. En aquella época, las tiendas especializadas no eran tan comunes en mi zona, así que encontrar una siempre era emocionante. Entré sin muchas expectativas, curioseando entre las estanterías, hasta que vi algo que me llamó la atención:
Luigi’s Mansion, con su caja un poco rota en una esquina. Me daba igual, porque por aquel entonces el estado no era algo que me preocupara demasiado (
hoy, quizá, sí habría buscado una caja de repuesto, pero ahí sigue la original, tal y como la compré). No recuerdo con exactitud el precio, pero tenía que ser interesante porque, en aquel entonces, mi
presupuesto era bastante ajustado.

A principios del nuevo milenio llevaba poco tiempo de vuelta en el mundo de las
consolas después de un descanso tras la era de la
SNES. La
GameCube había sido la responsable de mi regreso y en ese proceso de reconectar con los
videojuegos,
Luigi’s Mansion ya me había llamado la atención desde que lo vi en los vídeos del
E3 (
o lo poco que se podía ver de él en aquellos tiempos, con el Internet primitivo de la época). Sin embargo, nunca había tenido la oportunidad de jugarlo. Venía de varios chascos recientes: había comprado
Pikmin, un juego muy publicitado como la siguiente obra maestra de
Shigeru Miyamoto, pero que en su momento no terminó de engancharme (
con los años lo entendí y lo valoré más) y también había probado
Super Mario Sunshine, que aunque me gustó, no fue ese
"próximo gran Mario" que me esperaba. Así que, con
Luigi’s Mansion, esperaba redimirme de esas decepciones... Y, por suerte, así fue. Fue uno de los juegos que más disfruté en la
consola morada de Nintendo, y uno de los pocos que, a pesar de su estructura más lineal y su menor
rejugabilidad comparado con otros títulos de la época, terminé varias veces.

El planteamiento de
Luigi’s Mansion era muy diferente a lo que uno esperaba de un juego protagonizado por
Luigi. En lugar de un
plataformas clásico, era una
aventura de exploración con elementos de
puzzle, una especie de
survival horror pero en
"versión Nintendo". Luigi, armado con una
aspiradora cazafantasmas y con más miedo que vergüenza, tenía que recorrer una
mansión encantada llena de
espectros, resolviendo puzles y enfrentándose a todo tipo de
entes paranormales. Lo mejor del juego era el carisma que desprendía Luigi:
temblando con cada paso, llamando a su hermano Mario con voz temblorosa y asustándose con cualquier ruido sospechoso. Era el antihéroe perfecto. A nivel técnico,
Luigi’s Mansion fue un escaparate del potencial de
GameCube. La
iluminación dinámica, los
reflejos en los espejos y el detallado diseño de la mansión eran impresionantes para la época. Además, la manera en la que interactuabas con el entorno (
aspirando cortinas, moviendo lámparas o viendo cómo los objetos reaccionaban a la succión de la Poltergust 3000) le daba un toque especial. Aunque su duración era más bien
corta, tenía algo que enganchaba, y por eso volví a jugarlo varias veces.
Curiosidades:
Los gemelos fantasmas Henry y Orville no solo tienen nombres al azar. Sus nombres hacen referencia a figuras históricas: Henry Ford, el fundador de Ford Motor Company, y Orville Wright, uno de los hermanos Wright que inventaron el avión. Esto se refleja en sus actividades: Henry juega con coches de juguete y Orville con aviones.
En entrevistas posteriores al lanzamiento, los desarrolladores revelaron que tenían ideas para hacer la mansión mucho más extensa y compleja. Sin embargo, debido a limitaciones técnicas y al deseo de mantener el juego accesible para un público amplio, tuvieron que recortar varias áreas planeadas.
El famoso glitch donde la sombra de Luigi parece mostrarlo colgado del techo durante una llamada telefónica sigue siendo uno de los momentos más inquietantes del juego, aunque es un error gráfico causado por las luces dinámicas.

Varios años después, en 2018, cuando Nintendo lanzó la versión para Nintendo 3DS, no pude resistirme y me hice con ella. La idea de revivir uno de mis juegos favoritos, ahora en versión portátil, era demasiado tentadora. Sin embargo, aunque la disfruté, no me atrapó tanto como el original. Puede que fuera porque jugarlo en una pantalla más pequeña no transmitía la misma sensación de inmersión, o quizá porque el control con la 3DS no terminaba de convencerme. El uso del stick C, ese pequeño nub analógico que parecía diseñado para torturar pulgares, hacía que la experiencia no fuera tan fluida como en GameCube. Aun así, reconozco que la revisión estaba bien hecha: se mejoraron las animaciones de Luigi, dándole aún más expresividad a su ya icónica cara de terror; se añadieron más detalles a los escenarios, lo que hacía que la mansión pareciera más viva (o más muerta, según se mire); y, en general, se notaba el cariño puesto en la adaptación. Sin embargo, hubo ciertos cambios que no terminaron de convencerme, como la iluminación más brillante, que le restaba parte del ambiente lúgubre y misterioso que tanto me había gustado en la versión original. Además, a pesar de ser un remake para una consola más moderna, la nitidez dejaba un poco que desear, con más dientes de sierra de los que me gustaría admitir..
Con los años, Luigi’s Mansion pasó de ser visto como una rareza dentro del catálogo de GameCube a convertirse en el inicio de una saga que, sorprendentemente, terminó teniendo bastante éxito. Hoy en día, Luigi ha demostrado que puede protagonizar sus propias aventuras y no solo ser "el hermano de Mario". Pero para mí, la primera mansión siempre será la más especial.
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