¿Has notado que tus productos favoritos parecen más pequeños últimamente o que ya no saben igual? No estás imaginando cosas. Existe un fenómeno económico llamado reducflación que está afectando a prácticamente todos los productos de nuestro supermercado. Pero hay algo más preocupante: la "degradación de calidad" o "inflación de calidad" (traducción española del término skimpflation) que representa el deterioro silencioso de la calidad de los productos.
Lo curioso de este juego es que, en realidad, las barras número dos y tres son del mismo tamaño. Tal vez pensaste que la número dos era la más pequeña, pero si miras con más atención, te sorprenderá saber que no es así. ¿Te has dado cuenta de que a veces las cosas no son tan simples como parecen? Lo que es aún más interesante es que ambas barras, la número dos y la tres, son un 25% más pequeñas que la número uno. Esa diferencia es bastante grande, pero no es tan fácil notarla de inmediato.
La clave está en cómo está distribuido el chocolate en cada barra. Aunque la barra número tres tiene el mismo tamaño que la número dos, parece un poco más grande. Esto es debido a cómo se ha colocado el chocolate, lo que hace que la diferencia de tamaño sea mucho más difícil de detectar. Es una de esas estrategias astutas que se utilizan para reducir el tamaño de los productos sin que realmente nos demos cuenta, jugando con nuestra percepción.
El caso de Cola Cao ejemplifica la estrategia de reducción de cantidad: en 2023, redujo el contenido de su formato clásico de 800g a 750g manteniendo el mismo precio. Este cambio fue ampliamente documentado y comentado en medios de comunicación y redes sociales, llevando a la empresa a emitir un comunicado explicando que la reducción respondía al aumento en los costes de producción.
La degradación de la calidad en los productos españoles es también un fenómeno bien documentado por la OCU y FACUA (Informe OCU 2023). En el sector lácteo los cambios son especialmente notables donde por ejemplo los helados han sido uno de los productos más afectados, con Kalise liderando una tendencia preocupante al sustituir ingredientes tradicionales como la nata por alternativas más económicas como la grasa de palma. Esta práctica se ha extendido también al sector de los yogures, donde varios fabricantes han aumentado el uso de almidones y gelificantes para mantener la textura mientras reducen la cantidad de leche utilizada.
El sector cárnico tampoco se ha librado de esta práctica. Un caso llamativo es el de las salchichas Frankfurt, donde FACUA documentó una reducción significativa en el contenido cárnico, pasando del 70% al 55% entre 2021 y 2023. Los productos de pavo loncheado también han sufrido cambios importantes, con la OCU detectando un aumento del 12% en el contenido de agua y almidón en varias marcas populares.
Las conservas y preparados han experimentado cambios sustanciales en su composición. Las tradicionales aceitunas rellenas de anchoa ahora contienen "pasta de anchoa" con mayor presencia de aditivos. Los patés han sufrido una transformación similar, con muchas marcas optando por sustituir el hígado por una mezcla más económica de proteínas de cerdo y pollo. Y en el caso del atún en conserva, la OCU ha documentado un aumento en el porcentaje de agua y una reducción en el peso escurrido.
Cuando combinamos la reducción de cantidad con la disminución de calidad, el impacto es significativo. Un análisis de la consultora NielsenIQ revela que los consumidores españoles están pagando hasta un 30% más por productos que no solo son más pequeños, sino también de menor calidad nutricional.
La degradación de ingredientes puede tener consecuencias para la salud. Por ejemplo, la sustitución de azúcar por jarabes de glucosa-fructosa en productos procesados, o el aumento de grasas saturadas en lugar de grasas de mejor calidad, pueden afectar negativamente a nuestra nutrición. Las empresas justifican estos cambios citando el aumento en los costes de producción. Sin embargo, los datos cuentan otra historia: mientras la inflación en España alcanzó el 3,1% en enero de 2024, los beneficios empresariales en el sector alimentario crecieron más del doble. La realidad es que muchas empresas están aprovechando el contexto inflacionario para aumentar sus márgenes.
Los consumidores no estamos indefensos ante estas prácticas. La clave está en mantenernos informados y vigilantes:
Revisar detenidamente las etiquetas, comparar listas de ingredientes y no solo los precios.
Intentar seguir la evolución de precios y cantidades de aquello que habitualmente consumimos.
Optar, cuando sea posible, por productos menos procesados donde la calidad sea más fácil de verificar.
Pero lo realmente alarmante es que este problema no es solo económico; sino que también puede ser un asunto que afecta a nuestra salud pública y a la ética empresarial. Las empresas en su afán por maximizar ganancias a menudo sacrifican ingredientes de calidad por alternativas procesadas y más baratas, en una práctica que puede tener a largo plazo consecuencias para nuestro bienestar. Pero lo hacen a casi escondidas, sin que podamos percatarnos de ello en el día a día. De hecho, muchas veces, la falta de tiempo y de acceso a información clara nos hace vulnerables ante estas manipulaciones. Puedes leer más sobre los efectos de los ingredientes procesados en este estudio de la OMS. Porque la mejor defensa contra estas prácticas es un consumidor informado.
Vivimos en un mundo donde cada vez más nos exigen ser rápidos y eficaces, pero esta velocidad no puede estar a expensas de nuestra seguridad alimentaria ni de nuestra confianza como compradores solo porque las grandes corporaciones prioricen su beneficio económico. La transparencia no debería ser un lujo, sino una obligación. Al final, es la honestidad y el respeto por el consumidor lo que realmente debe marcar la diferencia en el mercado.
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