Uno de los principales enemigos de los crucigramas fue nada menos que el New York Times que en 1924 los describió como una "moda pasajera" que estaba destruyendo el lenguaje aunque, curiosamente, décadas después, ese mismo periódico se convirtió en el proveedor oficial de crucigramas para gente que quería sentirse culta en el transporte público de Estados Unidos. Pero la indignación no se limitó a los intelectuales cascarrabias pues mientras unos predecían el fin del pensamiento crítico, otros los defendían con uñas y dientes. Las librerías vendían libros enteros de crucigramas, la gente llevaba diccionarios a todas partes (Google no existía, qué remedio) por lo que la sociedad quedó dividida entre los que los amaban y los que pensaban que eran peor que la peste bubónica.
En Reino Unido, la reacción fue más relajada. Como ya estaban acostumbrados a juegos de palabras imposibles desde tiempos de Shakespeare, no se montó tanto drama. Eso sí, algunos periódicos al principio se negaron a incluirlos porque, en sus propias palabras, "esto es una frivolidad". Sí, porque claramente leer sobre política y crisis económicas es mucho más divertido.
Pero los crucigramas no fueron los únicos en ser tratados como una herejía cultural antes de volverse respetables porque la historia está llena de pasatiempos que pasaron de ser considerados amenazas a íconos de la cultura:
El ajedrez: En el siglo XIX algunos sectores religiosos y moralistas lo veían con recelo. Se decía que era una distracción mundana que alejaba a la gente de la oración y del trabajo productivo. En algunos lugares incluso llegó a prohibirse en círculos religiosos ya que consideraban que fomentar el pensamiento estratégico y la competencia podía derivar en orgullo y vanidad, dos pecados capitales de manual. Además su asociación con tabernas y cafés (donde los intelectuales de la época se reunían para debatir sobre política y filosofía) no ayudaba a mejorar su reputación. Claro, porque mover pequeños caballitos de madera lleva directamente a la perdición.
Los peluches: Durante la Gran Depresión hubo gente preocupada (sobre todo la iglesia) porque los niños preferían abrazar peluches en vez de jugar con juguetes "educativos". Años después, esa generación inventó el capitalismo extremo. Buen trabajo.
El rock and roll: En los 50, los adultos aseguraban que este ritmo infernal destruiría a la juventud.
Los videojuegos: Desde los 80 se les ha acusado de todo, desde fomentar la violencia hasta convertir a los niños en ermitaños. No es un tema nuevo en el blog pues lo he tratado en el pasado (y seguramente volveré a escribir de ello nuevamente en el futuro). Lo que no sabían es que años después, algunos de esos "ermitaños" ganarían millones en torneos de eSports.
Los cómics: En los 50 se pensaba que incitaban a la delincuencia y, de hecho, se formaron comités para censurarlos. Hoy, esos mismos cómics inspiran grandes franquicias y películas que generan miles de millones.
¿Por qué siempre pasa esto? Bueno, porque lo nuevo da miedo. Cada generación encuentra algo que considerar "peligroso", y el ciclo se repite una y otra vez. Pero al final, el tiempo pone todo en su lugar: los crucigramas ahora son un símbolo de sofisticación mental, los videojuegos son una industria millonaria y el rock and roll es básicamente música de ascensor.
Así que la próxima vez que alguien te diga que tu pasatiempo favorito es una pérdida de tiempo, una amenaza para la moral o la causa de la inminente decadencia de la civilización, respira hondo, sonríe y piensa en los crucigramas. Sí, esos mismos que un día fueron el coco de los intelectuales y ahora son recomendados por neurólogos para mantener la mente activa. El tiempo es implacable con los dramas culturales y, al final, lo que ayer era satánico, hoy es tradición. ¿Qué dentro de cien años la gente verá TikTok como una forma de arte respetada o los memes como patrimonio de la humanidad? No apostaría en contra. Mientras tanto, disfruta de lo que te gusta sin culpa, que en el futuro serás considerado un pionero visionario en vez de un desocupado perdido. Todo es cuestión de paciencia.
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