Es decir, ¡las orejas "caducaron" cinco días antes de ser envasadas! ¿Estamos ante un postre con habilidades temporales? ¿O es que Marty McFly ha montado una pastelería en Galicia? Porque, si es lo segundo, necesito saberlo ya.
Tras unos segundos de confusión y mientras mi cerebro intentaba procesar semejante paradoja espacio-temporal, entré en modo Cuarto Milenio e intenté buscar una explicación razonable (o no tanto) para este despropósito:
- Viaje en el tiempo: Esto es lo más lógico, claramente. Las orejas fueron cocinadas en el futuro y enviadas al pasado para garantizar su frescura. Igual hasta llevan tecnología cuántica y yo aquí sin enterarme.
- Realidad alternativa: Quizá hay otro universo donde esta etiqueta tiene sentido y solo hemos pillado una filtración temporal: Multiverso confirmado.
- La rebelión de la máquina etiquetadora: Puede que esté harta de su monótona existencia y haya decidido confundirnos a todos. Hoy con las orejas, mañana con los yogures. El caos absoluto.
- Simplemente, alguien la ha liado con las fechas: Pero esta opción es demasiado aburrida para mi gusto y no nos sirve para escribir un post entretenido.
Y no, no compré las orejas... ¡No quería arriesgarme a romper el continuo espacio-tiempo! Pero os prometo que estuve tentado. Solo por el morbo de ver si, al abrir el paquete, desaparecían delante de mis ojos como en Regreso al Futuro...
Así que moraleja: mirad bien las etiquetas antes de comprar. No vaya a ser que estéis adquiriendo un producto del futuro… o peor aún, del pasado. ¡Feliz Entroido a todos!
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